El gallego que servía cócteles a John Wayne y a Ava Gardner

Juan María Capeáns Garrido
Juan Capeáns LA VOZ

SOCIEDAD

Sloppy Joe's no fue una cantina más de la Cuba de hace un siglo. Te lo cuenta YES, la revista gallega de Gente, Creatividad y Tendencias

11 oct 2014 . Actualizado a las 17:49 h.

El Café Suizo, Las Cinco Villas, El Meteoro o La Vida Alegre era una buena ruta de vinos y copas por La Habana del primer tercio del siglo pasado. Todos eran negocios regentados por gallegos, auténticos picatostes de la hostelería en el esplendor de la capital cubana. Como muchos otros, José Abeal Otero llegó a la isla desde su Ares natal en 1904 dispuesto a trabajar detrás de cualquier barra, pero le tocó desembarcar en un momento de aplatanamiento económico, así que al poco tiempo dio otro pequeño salto, el de las míticas 90 millas que separan Cuba y Florida. Durante 11 años el gallego se curtió en animados locales de copas de Miami y Nueva Orleáns que sucumbieron cuando comenzó a destilarse la Ley Seca en los Estados Unidos.

Con razón se empezó a decir en España aquello de que «más se perdió en Cuba». En plena restricción alcohólica, la excolonia caribeña se convirtió en el gran burdel norteamericano que terminó de desparramarse años más tarde con Batista. Los yanquis sedientos que llegaban a La Habana eran un negocio evidente y en ese entorno extraordinario medra el Sloppy Joe's, la cantina que abrió a su regreso Abeal con su socio Valentín García, en la esquina de Zulueta con Ánimas. Su historia es un fascinante retrato de la singular vida habanera. Todo es de película, de principio a fin. Desde la presencia de los más insignes golfos de Hollywood hasta su cierre a principios de los 60, con el gobierno castrista. El mismo que, 50 años más tarde, ha rehabilitado el local con el honesto trabajo de la Oficina del Historiador de La Habana y que regenta, vaya ironía, una empresa de turismo del Gobierno cubano.

Pepe Abeal, dicen las fuentes, era un tipo vivo que supo darle un golpe de fiesta continua a su cantina, atrayendo a clientela ilustre y con posibles gracias a su destreza con el inglés y su ubicación cercana a los hoteles más lujosos. Sus descendientes confirman desde Galicia su don de gentes y su amplio círculo de amistades entre las que se contaban muchos otros jóvenes visionarios, formados y emigrados en La Habana. Entre ellos, Ramón Areces, posterior fundador de El Corte Inglés.

Sobre la barra de caoba negra de 18 metros del Sloppy Joe's se sirvieron infinidad de cócteles que han quedado recogidos en un manual que todavía hoy es un referente, sobre todo por las cinco modalidades de mojitos. Sus clientes eran en su mayoría extranjeros, algunos famosos y todos bebedores. Por allí pasaron Clark Gable, John Wayne, Errol Flynn, Spencer Tracy, Sinatra o Ava Gardner. Y Hemingway, claro, que privó por todos, pero que no dejó constancia escrita como en La Bodeguita del Medio, aunque sí gráfica.

A finales de los 50, cuando Abeal ya había abandonado el negocio, le llegó el homenaje literario. Graham Greene ubicó en el bar al espía aficionado de su novela Nuestro hombre en La Habana, que parió en 1958. «Un bar al que solo van turistas», escribió. Meses más tarde, el actor Alec Guinness rodó en el propio local la película basada en el bestseller. Después llegó el comandante y mandó parar los desmadres del Sloppy Joe's. Nacía el mito de nuestro barman gallego en La Habana.

En sus últimos días José Abeal quiso regresar a Galicia. Desde Ares, donde está enterrado, su familia pone en valor y brinda por su trayectoria.