Un buen susto

Matilde Elena Nion Fernández

A CORUÑA CIUDAD

23 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En el año 1946, mi padre se presentó voluntario para hacer el servicio militar. Acababa de cumplir la mayoría de edad, veintiún años. Eligió Infantería de Marina, donde alternaba períodos en tierra con meses de navegación. En una de las travesías vivió un momento de tensión que no olvidará en su vida.

Navegaban en alta mar, con buen tiempo, sol y calorcito.

A primera hora de la mañana, el capitán anuncia a toda la tripulación que a lo largo del día recibirán la visita del «General». -Debemos causar buena impresión, quiero que estén preparados, puede embarcar en cualquier momento con varios escoltas. Viene en misión secreta.

El nerviosismo se apoderó de toda la tripulación y en medio del revuelo, mi padre tenía que entrar de guardia.

Ocupó su puesto, armado, en un pasillo exterior al lado de la sala de máquinas. De vez en cuando se asomaba para vigilar, pero ni rastro del General. Pasaban las horas y entre el aburrimiento, el calor y el ruido, le entró el sueño. Convencido de que no se dormiría, se relajó un instante cerrando los ojos, pero se durmió.

Un grito hizo que saltara de forma repentina, -centinela, cuádrese- con tan mala suerte, que el General estaba delante de él y el salto hizo que lo empujara hacia atrás con un golpe en el pecho. Se quedó blanco y paralizado. Los escoltas en prevención con las armas en la mano y el General, aturdido, se plantó delante de él, lo miró fijamente, lo tomó por los dos hombros y le dijo: -¿Qué te pasa muchacho, estás bien?

Mi padre no consiguió articular palabra, se quedó tenso y el General lo soltó y siguió su camino. Una hora más tarde, un compañero le dijo que tenía orden de relevarlo y que él debía presentarse ante el capitán. Temiéndose lo peor, se dirigió al capitán, saludó y esperó instrucciones: -Soldado, por orden del General, tiene el resto del día libre para reponerse del mareo sufrido.

Matilde Elena Nion Fernández

A Coruña

54 años

Empleada del hogar