Un observatorio del Amazonas

Victoria de la Calle / D. P. VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Alejandro Fernández-Linares, estudiante de arquitectura en Chicago y Madrid, gana un concurso al que se presentaron 190 proyectos propuestos desde todo el mundo

09 ago 2014 . Actualizado a las 20:59 h.

Su gran belleza, su adaptabilidad, el escaso impacto que tendría para el ecosistema y su fácil construcción fueron algunos de los argumentos que dio el exigente jurado para premiar a los ganadores del concurso National Observatory of Amazonia (NOA). La propuesta de dos estudiantes de arquitectura de la Escuela Politécnica de Madrid, el madrileño Miguel Ordovás y el vigués Alejandro Fernández-Linares, que estudió durante el curso pasado en el Illinois Institute of Technology, fue tan sencilla como efectiva. Se trata de un sistema de cables de acero anclados a los árboles situados a lo largo de la ribera del río. De los cables cuelgan tiendas que quedan suspendidas y cada una actuaría como estación fija donde los viajeros podrían descansar.

El estudiante gallego, que está realizando el proyecto de fin de carrera, explica que su paso por la universidad de Chicago supuso para él un punto de inflexión. «Allí aprendimos que lo más importante es diferenciarse y empezar a publicar. La universidad en Estados Unidos motiva mucho a los alumnos», afirma.

Además de la suya, se presentaron al conocido concurso de la plataforma Arquideas, otras 189 propuestas de alumnos matriculados en instituciones como el Massachusetts Institute of Tecnology o la Universidad de Princeton. «Se nos ocurrió la idea enseguida, pero pensamos que debíamos reducirla a lo esencial», explica. Algo que, según este vigués, aprendieron de Alberto Campo Baeza, profesor en la Politécnica de Madrid.

De los numerosos croquis dibujados salió el proyecto ganador. Alejandro Fernández señala que fue arriesgado al no tratarse de un edificio: «No podía ser una estructura fija. Si el Amazonas es casi infinito, la propuesta también debía serlo». Justamente fue la originalidad de la idea, la que hizo que el jurado se decantase por la propuesta que realizó con su compañero de la Politécnica.

Al diseño del observatorio le dedicaron «al menos veinte horas al día» desde el mes de abril al de julio. Durante todo ese tiempo, una de las cosas que el estudiante vigués destaca es la importancia del trabajo en equipo, «crucial» para obtener el primer premio. «Este proyecto lo hicimos para ganar, aunque sabíamos que era difícil», afirma orgulloso. No es para menos: además del reconocimiento a la calidad de su trabajo y la compensación económica, su observatorio será publicado en numerosas revistas de arquitectura. Pero Alejandro y Miguel no se conforman con el premio a su idea. «Nos gustaría que algún día se hiciera real, si no puede ser en el Amazonas, en cualquier otro río», cuenta.