Varias piedras volcánicas caen del cielo en un chalé de Oleiros

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Las pistas apuntan a que procedían de un avión, pero Vueling lo descarta

22 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Aún no había empezado la cena, pero toda la familia -padres, hijos, nietos, primos y cuñados- estaba reunida en un chalé adosado de Breixo (Oleiros) aprovechando las vacaciones de Semana Santa. Pasaban las ocho de la tarde del viernes 18 y Ana Caínzos y su hermana salieron a la terraza a fumar. Fue entonces cuando un enorme estruendo procedente de la parte posterior de la vivienda las sobresaltó. «Nos asustamos porque era un ruido muy fuerte, como cuando tiras una piedra grande y se rompe en añicos», cuenta Ana. Dentro de la vivienda, con el alboroto, la familia no se había enterado y poco más o menos que se tomó a broma el relato de las hermanas.

Hasta que el día siguiente, Javier Alfaya, el marido de Ana, decidió inspeccionar la finca trasera. Primero encontró una pequeña roca que le llamó la atención y luego otros seis minúsculos fragmentos que, en conjunto, no pesan más de 79 gramos. Eran piedras extrañas que nunca había visto en la zona y, atando cabos, el hallazgo encajaba con lo que había sucedido anoche. «Estaba casi convencido de que era un meteorito», explica.

Esta convicción lo llevó a ponerse en contacto con la profesora de Química de la UDC María Victoria García Dopico, que, a su vez, llevó los fragmentos para analizar en el Instituto Universitario de Xeoloxía Isidro Parga Pondal. Un primer examen con microscopio estereoscópico ya descartó que se tratara de una piedra espacial. «Eran demasiado escoriáceas para ser un meteorito y, además, estaban invadidas por bacterias y tenían mucho polen de pino en los huecos. Si fueran de un meteorito deberían haber llegado desinfectadas de vida», señala Juan Ramón Vidal Romaní, el director del centro.

Pero le llamó la atención que no eran rocas propias de Galicia, por lo que, llevado por la curiosidad, envió a analizar las muestras por Difracción de Rayos X y por Fluorescencia de Rayos X para ver cuál era su composición mineral. Y fue ahí cuando saltó la sorpresa. No era, efectivamente, un meteorito, sino algo más extraño aún: eran piedras volcánicas caídas desde el cielo.

El misterio era mayor. ¿Qué pudo haber pasado? La hipótesis que se maneja es que las piedras pudieron haber caído de un avión que en algún momento tuviera su origen o destino en las Canarias, islas de origen volcánico, que las rocas se incrustasen en las ruedas de la nave en la pista de despegue, que luego se colasen en el interior del hueco donde se aloja el tren de aterrizaje y que posteriormente cayesen al abrirse esta estructura en su aproximación al aeropuerto de A Coruña.

«Os avións pasan por encima»

«Algúns avións pasan xusto encima da casa e co tren de aterrizase aberto», argumenta Javier Alfaya. Vidal Romaní también defiende esta teoría. «Parece claro -dice- que la muestra cayó desde un avión que entre las ocho y las nueve de la tarde del 18 de abril llegó hasta A Coruña procedente de alguna zona volcánica, como Tenerife, Gran Canaria o Azores».

Sin embargo, ninguno de los aviones de Vueling, la única compañía que opera en A Coruña los vuelos desde Tenerife y Gran Canaria, llegó al aeropuerto de Alvedro ese día y a esa hora. Es más, aparte de la coincidencia o no de las frecuencias, fuentes de la aerolínea aseguran que es «prácticamente imposible» que hubiera ocurrido algo así. Primero, porque las pistas tienen que estar «completamente» limpias en el momento del despegue y aterrizaje de las aeronaves. Y segundo, porque «si las piedras hubiesen ido dentro del tren de aterrizaje, el piloto lo hubiera notado en la rodadura de despegue y hubiera parado el avión».

La procedencia de las rocas volcánicas, la mayor de las cuales pesa 27 gramos, continúa siendo un misterio. Quizás un digno Expediente X, aunque Javier Alfaya tiene claro una cosa: «Do ceo caeron fixo». Su mujer, Ana, también asegura que el susto que se llevaron tanto ella como su hermana fue real. Y, pese a todo, tuvieron mucha suerte, porque pudo haber sido peor. «No fue ninguna broma, porque si las piedras nos llegan a caer encima nos quedaríamos en el sitio».