Paloma Gómez Borrero: «Yo he visto al demonio»

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

La mujer que mejor conoció a Juan Pablo II repasa los milagros y pecados del nuevo santo y los de sus sucesores, Benedicto y Francisco

03 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Juan Pablo II. Recuerdos de la vida de un santo es el título del último libro de Paloma Gómez Borrero (Madrid, 1934), que desde su puesto de corresponsal en el Vaticano acompañó al papa polaco en los 104 viajes que realizó por el mundo.

-¿Cuál fue el más impactante?

-El primero de Polonia: un papa que entra en su país bajo un régimen marxista, a ciento y pico kilómetros de la frontera rusa. Y luego el viaje a Cuba, con Fidel Castro, otro país donde la Iglesia no estaba perseguida pero no tenía ninguna facilidad.

-Se ha presentado a Wojtyla como el hombre que derrotó al comunismo. ¿Es la Iglesia más proclive al capitalismo, cuyos efectos en la economía global hemos podido comprobar estos últimos años?

-Juan Pablo II condenó el capitalismo salvaje, diciendo que no tiene en cuenta al hombre, que el hombre no es para el trabajo, sino que el trabajo es para el hombre. Él hablaba de ?la globalización de la solidaridad?, de la dignidad del hombre, de la defensa del trabajo.

-Juan XXIII tuvo que esperar 50 años para ser canonizado; Juan Pablo II, solo ocho. ¿Hay santos de dos velocidades?

-Es cuestión del milagro. A Juan Pablo II, como le conocían todos... es cuestión de pedir su intercesión para conseguir algo y había muchos milagros. El postulador ha tenido un camino mucho más fácil.

-De hecho, a Juan XXIII le han perdonado el milagro...

-Juan XXIII ha sido dispensado del milagro por el papa Francisco por su bondad, por cómo era. De Juan Pablo II, el postulador contaba la cantidad de casos que le habían llegado del mundo entero de médicos que certificaban una curación inesperada e imposible de comprender para la ciencia, fulminante.

-Francisco ha dicho que todos, incluido el papa, somos pecadores. ¿Qué pecados cometió Juan Pablo II?

-Probablemente no haber sido más duro en algunos casos de pederastia, porque o no estaba bien informado o no se creyó aquello. Sobre todo con Maciel [el fundador de los Legionarios de Cristo]. Era un hombre [el papa] que venía del este, de un país en el que para atacar a la Iglesia calumniaban a los sacerdotes, se decía que eran espías. Y claro, con Maciel, que todos te dicen que era como doctor Jekyll y Mr. Hide, hay quien te habla de la mística, de qué bondad, de cómo era y luego se ha visto que era un pedazo de sinvergüenza pervertido... No debió creerle.

-Benedicto XVI renunció porque, según dijo, no tenía fuerzas. ¿Para qué: para enfrentarse a los escándalos de pederastia, las irregularidades en el IOR, los tejemanejes en la Curia?

-Para la pederastia tuvo fuerzas, absolutamente. Ha quitado sin temblarle la mano a obispos de sus puestos no solamente por haber cometido este pecado, que llamó «crimen atroz». O sea que fue durísimo, estuvo con las víctimas, no tuvo miedo de eso. Yo creo que cuando vio que la Curia había que reformarla, porque había algunas manzanas podridas y si no se quitaban inmediatamente podían contaminar a las otras, tuvo el valor, la coherencia y la humildad de decir renuncio, pero denuncio antes. Y dejando al papa que iba a ser elegido un informe que debe ser completísimo y clarísimo.

-Por cierto que usted afirmó que Benedicto tenía «algo muy grave» y el Vaticano (el portavoz, Federico Lombardi) rápidamente la desmintió.

-Yo no dije que tenía algo muy grave, sino que yo le había visto que estaba mal. Y la prueba son las fotos y a mí me habían dicho que se encontraba con una salud muy delicada. Lo que pasa es que probablemente tenía también, dentro de su salud y su edad, el peso de lo que estaba pasando, que era histórico. Y cuando ha visto cómo ha sido acogido el papa Francisco, que la gente le quiere hasta el punto de que algunos se están olvidando de Benedicto y él está tranquilo, escribiendo, con su música, el papa Francisco le habla muchas veces, le pide consejo... ha mejorado.

-¿Es Francisco un producto del márketing del Vaticano? Este papa cada día da un titular.

-Es producto de él mismo. Se ve que es un hombre que sabe cómo tratar hoy a la gente y da titulares porque da sencillez y calidez, es un hombre muy cercano, los gestos, su forma de ser. Es un papa latinoamericano, con esa cercanía y esa espontaneidad latina. Nosotros estábamos acostumbrados a papas europeos y sobre todo italianos. Y en otra época el papado no era tan cercano a la gente. Acuérdate de Pío XII, que le veías solo en la ventana, y hasta hace poco Pablo VI iba en silla gestatoria.

-¿Veremos a los divorciados comulgando en la iglesia?

-Cada caso será estudiado con mucha caridad y misericordia y será el sacerdote quien decida, su confesor espiritual. Creo que habrá una apertura basada en la caridad y en el caso a caso.

-El papa destituyó al llamado «obispo del lujo», pero el cardenal Bertone va a ocupar un ático de 700 metros cuadrados en el Vaticano.

-Bertone ha dicho que no, que la casa es la mitad. Está al lado de donde vive el papa, a mí me parece un escándalo y no puedo comprender lo que él escribe de que el papa Francisco no le ha echado no digo ya un rapapolvo, simplemente que le haya comentado su disgusto. Me parece increíble. Uno puede vivir en una casa mucho más modesta.

-Francisco habla mucho del demonio. ¿Usted lo ha sentido, lo ha percibido, lo ha visto...?

-Yo sí. Creo hay el mal, llámale demonio o llámale como te de la gana. Si existe el bien, existe el mal. Cristo nos lo dijo, fue tentado. Hay algunos que le llaman el maligno. Yo conozco mucho al padre Amorth, que es el presidente de los exorcistas, y he visto algunos casos, acompañándole, que dices verdaderamente esta persona tiene una lucha titánica con el mal, a ver quién puede más.