Santos de dos velocidades

íñigo domínguez ROMA / COLPISA

SOCIEDAD

Mosaicos con las figuras de los papas Juan Pablo II y Juan XXIII en la basílica de San Pablo Extramuros, en Roma.
Mosaicos con las figuras de los papas Juan Pablo II y Juan XXIII en la basílica de San Pablo Extramuros, en Roma. aNDREAS SOLARO < / span>Afp< / span>

El próximo domingo se celebra una canonización histórica, la de Juan XXIII y Juan Pablo II: una ha tardado medio siglo y la otra ocho años

20 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El próximo domingo será un día histórico para la Iglesia católica. Por primera vez serán proclamados santos, a la vez, dos papas, Juan Pablo II y Juan XXIII. Además es muy probable que en la ceremonia estén presentes otros dos, Francisco y el emérito, Benedicto XVI, que está invitado pero decidirá en el último momento si asiste. Es un gran momento de perspectiva para la Iglesia porque, salvo Pablo VI y el fugaz Juan Pablo I, estamos hablando de todos los pontífices del último medio siglo, la fase crucial de la renovación de la Iglesia que marca su relación con la modernidad. Y que ahora está en un punto decisivo con la revolución de Francisco.

El otro aspecto revelador de esta cita es la propia fórmula, la equiparación de los pontífices Angelo Roncalli y Karol Wojtyla en el mismo acto Es una decisión muy personal de Bergoglio, que les coloca a la vez en el pedestal, como para poner las cosas en su sitio. Se ha saltado las reglas, dispensando a Juan XXIII del milagro exigido para subir a los altares, por una cuestión de tiempos. La idea de fondo es que Roncalli lleva 50 años esperando y Wojtyla ha pulverizado el cronómetro en ocho, el papa canonizado con más rapidez en la historia. Para el último, Pío X, en 1954, pasaron 40 años.

No sólo hay tiempo en juego, también historia. La renovación de la Iglesia empezó precisamente con el Concilio Vaticano II, convocado por sorpresa por Juan XXIII, el campechano Papa bueno, en 1959, a los tres meses de su elección. Fue una apertura al mundo de gran proyección que, en realidad, aún se digiere. Pablo VI llevó a término el concilio con muchos sudores y Juan Pablo II, y su mano derecha Joseph Ratzinger, el futuro Benedicto XVI, le echaron un freno que moderó su impronta reformadora.

Idéntico peso y validez

Uniendo a Roncalli y Wojtyla en los altares, el papa argentino reivindica su idéntico peso y la validez de sus visiones en una síntesis común. El propio Juan Pablo II hizo algo parecido, un juego de balanzas, al beatificar el mismo día en el 2000 a Juan XXIII y Pío IX, el papa más adverso a la modernidad.

Francisco se coloca al final de este tortuoso camino de contrapesos y es, bien mirado, el primer papa postconciliar, que no participó directamente en el Vaticano II. Pero no se puede decir que no lo vivió: el joven Jorge Mario Bergoglio entró en el seminario con 21 años en 1958, meses antes de la elección de Juan XXIII. Llegaron a la vez, cada uno a su cita con el destino. En aquel momento de intensa vocación Bergoglio seguía atentamente lo que ocurría en Roma, que estaba cambiando la Iglesia. Para aquel chaval argentino Juan XXIII fue su papa y su revolución fue la suya

Hay que dar ahora un salto en el tiempo y plantarse en el 13 de marzo del 2013, cuando Bergoglio fue elegido papa. Para empezar, pensó en el nombre de Juan XXIV, aunque al final optó por Francisco, que es todavía más radical. Esto lo ha revelado el secretario de Juan XXIII, Loris Capovilla, que tiene ya 98 años y es la memoria viviente del papa Roncalli. Bergoglio le llamó por teléfono a las dos semanas para saludarle, para sorpresa del anciano cura, y se despidió así: «Rece al papa Juan para que yo sea más bueno». Capovilla ha dicho sin rodeos que Francisco le recuerda a Juan XXIII desde el primer minuto que apareció en el balcón. Su forma de hablar, su alergia a los formalismos, su aspecto bonachón. «¡Hay que acabar con todo esto!», se quejó Roncalli ya los primeros días a su secretario ante los besos en los pies y las reverencias. Bergoglio, en otro gesto inequívoco, hizo cardenal a Capovilla en su primera tanda de estos nombramientos

Francisco se quiere parecer y se parece a Juan XXIII. Su relación con Juan Pablo II, al que sí conoció como arzobispo de Buenos Aires y a quien trató de forma esporádica, la ha contado él mismo, prestando declaración durante el proceso para la canonización de Wojtyla. Ha sido uno de los 114 testimonios recogidos en el expediente. Bergoglio cuenta que la primera vez que estuvo con Wojtyla, en 1979, tuvo «la clara impresión de que rezaba ?en serio?». La segunda vez, en 1986, en el viaje de Juan Pablo II a Argentina, «me impresionó su mirada, que era la de un hombre bueno».

Al margen de esto, es un hecho que a Francisco la canonización de Juan Pablo II le ha llegado ya cocinada, prácticamente cerrada. La aportación de Bergoglio a este proceso es, precisamente, haberlo emparejado con Juan XXIII.