China vive un invierno nuclear

r. r. garcía REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

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La extrema contaminación, que mantiene en alerta a 400 millones de personas, reproduce un escenario similar al de un ataque atómico

27 feb 2014 . Actualizado a las 17:41 h.

La oscuridad se ha apoderado de China. La atmósfera se ha enfriado, la visibilidad es muy limitada, la luz solar no llega a las plantas, con lo que existe una amenaza muy seria de pérdida de cosechas, mientras que minúsculas partículas en suspensión ocultas en la niebla penetran en los pulmones y en el torrente sanguíneo y debilitan el sistema inmune de los ciudadanos. Es lo más parecido a un invierno nuclear, solo que no es una escena ficticia, sino real.

El país no ha sufrido un ataque atómico, sino que el hábitat en el que ahora mismo viven 400 millones de chinos es el producto de la contaminación atmosférica. Es un problema casi endémico en Pekín y en las grandes metrópolis del norte y el centro de la nación, solo que en la última semana se ha visto agravado hasta el punto de que las autoridades han tenido que decretar la alerta naranja. El aire está lleno de humo, prácticamente irrespirable, lo que ha obligado a recomendar que niños y mayores permanezcan en sus domicilios, a cerrar empresas, a limitar el tráfico y a proteger a los ciudadanos con máscaras cuando salen a la calle. Aun así, los hospitales están a rebosar de pacientes con problemas respiratorios, cardíacos o de circulación a causa de la extrema polución.

Muchos expertos, como los miembros dela Academia de Ciencias Sociales de Shangái, incluso creen que se debería haber decretado la alerta roja porque Pekín es «casi inhabitable para los seres humanos». He Dongxian, profesora en la Universidad Agrícola de China, va aún más allá al asegurar que lo que está ocurriendo «es lo más parecido a un invierno nuclear». Su preocupación es una posible hambruna derivada de la pérdida de las cosechas por la poca cantidad de luz que les llega, lo que les impide realizar la fotosíntesis, el proceso por el cual convierten la luz en energía química para mantener la vida.