El futuro de la biónica es presente

s. c. redacción / la voz

SOCIEDAD

Francia colocará en febrero veinte corazones artificiales permanentes

26 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La semana pasada la biónica daba un salto cualitativo que ponía el futuro en tiempo presente: un paciente francés de 75 años, desahuciado, revivía gracias a un corazón artificial permanente, un aparato cuyo desarrollo ha costado 100 millones de euros y que le ha regalado, según calculan los médicos, cinco años de una vida casi normal.

Los médicos piensan en hacer otras cuatro operaciones más en los próximos días. El objetivo es que cuando este primer paciente lleve un mes con el sistema de bombeo, se dé el salto cuantitativo y se pase a injertar otros veinte corazones, ya no solo en Francia, sino en Polonia, Bélgica, Eslovenia y Arabia Saudí. En el 2015 se prevé que el corazón artificial de Carmat esté en el mercado, aunque su precio seguirá siendo prohibitivo, en torno a los 160.000 euros.

Biomedicina «espacial»

El trasplante que celebraron los franceses como un asunto de estado lleva 25 años forjándose, y ha bebido de otras fuentes, como el corazón artificial temporal con el que Robert Tools vivió 151 días en el 2001, en una operación pionera en Estados Unidos. Desde entonces, el de Tools es un modelo que se usa mucho, pero como recurso temporal a la espera de trasplante.

Como ocurre con la biónica actual, Carmat no se limitó a estudiar y perfeccionar lo que había en el mercado biomédico, sino que -igual que los inventores de la tráquea artificial echaron mano de la nanotecnología- utilizó tecnología aeroespacial. De hecho, Carmat es una contracción de Carpentier, el cirujano que lo creó, y Matra, la firma que financió su investigación, un nombre vinculado a la EADS, la empresa aeronáutica europea. Por eso Carmat tiene tecnología espacial en su diseño, como los sistemas que se usan en los satélites de telecomunicaciones (aunque cien veces más pequeños).

Materiales naturales

El corazón Carmat pesa tres veces más que uno natural, es decir, sobre unos 900 gramos, y lleva un ordenador que manda funcionar más o menos rápido a los motores (del tamaño de un dado) para bombear sangre según las necesidades, a la vez que controla la presión arterial; son 900 componentes que deben funcionar a la perfección dada la delicadeza de su misión.

El Carmat, al contrario del que llevó Tools, usa material biológico: un pericardio (la membrana que rodea el corazón) de tejido animal que evita el rechazo; y una membrana interior para evitar los coágulos (Tools tenía que prevenirlos con fármacos).

Con todo, la vida del paciente no será del todo normal, ya que «hay algunas obligaciones, como las generadas por la indispensable alimentación eléctrica para hacer funcionar semejante máquina», según explicó uno de los 16 médicos que realizaron la operación.

Se calcula que en Europa y Estados Unidos hay unas 100.000 personas que de alguna manera podrían beneficiarse de este nuevo corazón que, como ocurre con todas las técnicas, ha dado solo sus primeros pasos, que son una realidad más allá de un proyecto puntual sin visos de continuidad.

Un perfil muy limitado

El paciente que ahora puede recibir un Carmat tiene que ser corpulento, estar en la fase terminal de la insuficiencia cardíaca y por la edad no poder optar a un trasplante tradicional. Además, no debe padecer ni hipertensión pulmonar irreversible, ni diabetes, cáncer, insuficiencia renal, infección activa, obesidad móbida... y ha de disponer de los 160.000 euros que cuesta el aparato.