Uno diferente a los diez últimos

SOCIEDAD

Bramante trasladó a la escalera del Vaticano -hoy es la salida de los museos- el valor del infinito que debe ofrecer la Iglesia.
Bramante trasladó a la escalera del Vaticano -hoy es la salida de los museos- el valor del infinito que debe ofrecer la Iglesia. gonzalo barral< / span>

Mi propuesta sería un papa norteamericano, que hablase solo cuatro idiomas. Que fuese joven y que tuviese mucha experiencia pastoral

10 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La Iglesia universal nunca eligió al sumo pontífice, pero en los primeros años del cristianismo el obispo de Roma, que es el papa, era aclamado por los fieles de su diócesis. Y para ello era obligado elaborar algunos criterios de liderazgo, o un plan de objetivos y necesidades, que abría más espacios para el debate y la elección de los hombres y reducía el del Espíritu Santo.

La práctica electoral tampoco quedó enterrada del todo a partir del siglo V, cuando el papa León Magno inició el proceso de creación de los Estados Pontificios. El suceso tuvo lugar cuando, al conocerse la proximidad de Atila, la nobleza imperial abandonó Roma, dejando indefensa a la población. El papa León, ya viejo, salió al encuentro del terrible huno con intención de acordar la inmunidad de la Ciudad Eterna. Y, aunque nadie sabe qué le dijo o le dio al bárbaro, cuenta la leyenda que se limitó a coger las riendas del caballo de Atila -aquel que secaba la hierba con solo pisarla-, volverlo hacia la estepa húngara y decirle al jinete: «Ese es tu camino. Roma pertenece a Cristo». Atila se fue, y los nobles romanos volvieron a sus palacios. Pero al darse cuenta de que el poder no iba a regresar a manos civiles hasta Garibaldi, montaron un tinglado que les permitía influir en la elección de los papas, que empezaron a pertenecer de forma rotatoria a las grandes familias de Italia. Las excepciones, ya se sabe, fueron muy pocas, y ni siquiera el cónclave, creado para hacer invisibles las luchas de poder, logró erradicar esta dinámica, a la que pronto se sumaron los grandes imperios europeos.

Así se explica que, desde la unificación de Italia, el papel del Espíritu Santo haya cobrado renovada importancia, al ceder los mecanismos de influencia de los poderes temporales en la elección del pontífice. Es ahora cuando la cooptación de un papa, llevada a cabo en el seno del Colegio Cardenalicio, funciona a la perfección, haciendo inútiles los pronósticos, y obligándonos a hacer quinielas cada vez más grandes -será negro o blanco, americano o italiano, hablará diez o quince idiomas, del Opus o jesuita- para pronosticar la elección en la ruleta mediática.

«Mi propuesta sería un papa norteamericano que hablase solo cuatro idiomas»

Así pues, por respeto a la historia y al Espíritu Santo, no haré vaticinios. Pero sí diré qué habría hecho yo si, además de ser cristiano y cardenal, perteneciese a los Orsini, o a los Farnesio, y se hubiesen mantenido las estructuras de poder que influían en la elección del papa. Mi propuesta sería un papa norteamericano, que hablase solo cuatro idiomas (latín, italiano, inglés y español). Que fuese joven (menos de setenta años) y que tuviese mucha experiencia pastoral al frente de las complejas y atribuladas comunidades de América.

Lo buscaría al otro lado del Atlántico porque ya va siendo hora de abandonar el viciado y estereotipado vivero europeo. Sería americano porque creo que es en ese continente donde está el futuro inmediato de la Iglesia y donde se acumula una mayor deuda histórica respecto a la participación de esas comunidades en el gobierno de la Iglesia. Sería de EE.?UU. porque, a pesar de los méritos de la América Latina, es en el Norte donde se fusionan las razas y culturas, donde se dan más oportunidades para el diálogo con los evangélicos, donde existe mayor amenaza de dispersión en sectas y donde se ha sufrido con más brutalidad la crisis de la pederastia.

La persona, si cumple los requisitos, me daría igual. Y Timothy Dolan me vale. Pero si hubiese un cardenal negro, siux, mestizo o un poco moreno, sería mejor.

Mi objetivo es un pontificado que no se parezca nada al de los diez últimos papas y que, tras dispersar las Sagradas Congregaciones por los cinco continentes, pasase largas temporadas fuera del Vaticano. Claro que, como no soy un Orsini ni un Farnesio, y los cardenales ya solo responden al Espíritu Santo, es muy posible que mi modelo no sea el elegido.