Angelo Sodano, un hombre del pasado que puede ser la clave del futuro

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

04 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

angelo Sodano es el pasado: nació en 1927, alcanzó su esplendor hace dos papas y fue apartado en la última década. Pero la Iglesia presume del peso de su pasado, así que Sodano es hoy un hacedor del futuro. De entrada, está en el mejor sitio posible: decano del Colegio Cardenalicio, que va a dibujar el perfil del próximo papa. Parece que no ha perdido el tiempo y ya ha lanzado a dos de sus compañeros de curia -Giovanni Baattista Re y Castrillón Hoyos- a los titulares, e incluso ha conseguido que se hable de Leonardo Sandri, argentino, discípulo suyo, como papable.

¿Y quién es Angelo Sodano? Es el prototipo de hombre de la curia desde hace cientos de años. Nacido en una familia de la alta burguesía del Piamonte, fue el segundo hijo de un influyente diputado y esa condición lo llevó al camino de la teología, pero con un destino rápido en la curia (a los 32 años). Con Pablo VI se encargó de los asuntos de Rumanía, Alemania Oriental y Hungría, y allí conoció a su maestro, Agostino Casaroli, secretario de Estado vaticano e impulsor de la ostpolitik. A los 50 años, Sodano, recién ordenado obispo, fue nuncio en Chile y vivió la época de Pinochet al estilo «tradicional» del Vaticano. Es decir, con palabras de respeto para todos pero mucha cercanía con el poder. En 1988 volvió a Roma y se encargó de dirigir las relaciones con Rusia. Desde 1991 es cardenal y ese año se le nombró secretario de Estado.

Cuando llegó al solio pontificio Benedicto XVI fue relevado de sus funciones, pero Sodano, «palaciego», «maquinador», «opaco» y «sinuoso», supo aguantar más de un año en las oficinas que le correspondían a Tarcisio Bertone. Nadie duda de que cuando se habla de los poderes curiales se señala a Sodano, quien negaba en el 2005 que hubiese ninguna investigación hacia Marcial Maciel o que en el 2010 calificaba de «chismes» las denuncias sobre la pederastia.

Este es, sin duda, su talón de Aquiles, porque siempre promovió la consigna de tapar los escándalos. Bajo su batuta se cumplía la «regla de Sodano»: cuando se trata de cardenales, solo opina el papa. Eso lo aprendió el cardenal Schönborn al intentar denunciar a su predecesor en Viena, cardenal Groer, violador de monjes y seminaristas. Sodano cree en una Iglesia fuerte, intervencionista, influyente y que sea vista con admiración y hasta miedo. Tal vez por eso calificó la renuncia de Benedicto XVI de «un rayo caído en un cielo despejado».