La selectividad se va como vino, nerviosa

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

SELECTIVIDAD

Los jóvenes que ayer hicieron las pruebas en Farmacia se alegran de que, por los pelos, no les toque la reválida

09 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Pasadas las once de la mañana, el sol le ganó la batalla a la niebla en Compostela. Y a esa misma hora, los chicos que salían del primer examen de selectividad en la Facultade de Farmacia, comenzaban a verlo claro también. No había sido duro el ejercicio de Lengua y Literatura, coincidían la mayoría. O sea, que la tan temida prueba se despedía con benevolencia, aunque como todos los años, había llegado cargada de nervios. Laura Barcala y Paula César lo admitían: «A mí el examen me pareció fácil, pero los nervios siempre te traicionan», reconocían mientras dibujaban la primera de la sonrisas del día, desde que a las siete de la mañana cogieron un tren en Vilagarcía hechas un manojo de nervios y dispuestas a jugarse su futuro en tres días de exámenes.

Tocó un comentario de texto de Julio Llamazares sobre refugiados que se podía sustituir por otro de Luis Ferrer sobre el coeficiente intelectual de las nuevas generaciones. Luego, un análisis de un poema de Campos de Castilla, de Machado, y unas preguntas sobre Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez. «Yo Machado lo miré por encima, no me daba tiempo a repasarlo todo», se justificaba Laura, que quiere hacer Pedagogía y necesita para ello una nota de un 6,6. «Creo que sí lo puedo conseguir, pero todavía faltan muchos exámenes». Paula, que aspira a estudiar Económicas, no necesita más que un 5,05. «A ver qué pasa», se preguntaba mientras repasaba los apuntes.

Las sombras de la Lomce

Lo que sí tenían claro la mayoría de los que ayer salían del primer examen es que eran muy afortunados por haberles tocado la selectividad y no la reválida. La temida prueba que durante décadas quitó el sueño a los jóvenes gallegos ya no parecía tan terrible ante las negras sombras de un futuro sistema que ellos no ven nada claro. «Muy contenta de que me haya tocado la selectividad -aseguraba con contundencia Laura-. Con la reválida volvemos a otros tiempos y va a traer muchos más problemas». Y su amiga puntualizaba: «El primer año va a ser desastroso, compadezco a los que les toque».

Se despidieron para tomar un café a la espera de entrar en la siguiente prueba, en la que podían elegir entre Historia y Filosofía. La niebla ya se había levantado y sobre la hierba del Campus Vida se extendían hileras de jóvenes cargados de apuntes, de rotuladores fluorescentes y de excitación. Todavía quedaban otros dos exámenes por la tarde y dos días más cargados de pruebas que superar para optar o no a la carrera con la que sueñan.

Pero la selectividad se licencia tras cuarenta años en las aulas. Bueno, aún se examina en septiembre.