La depuradora de Calo, víctima del «monstruo» de las toallitas

Emma araújo SANTIAGO / LA VOZ

TEO

Los nuevos hábitos higiénicos colapsan las instalaciones y multiplican los vertidos sin tratar

22 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

¿En qué se parecen las toallitas higiénicas (también las biodegradables) a la electricidad? La respuesta se encuentra en cualquier depuradora. Y es que ni la energía ni la fibra que conforman estos productos de limpieza desaparecen, sino que se transforman. La prueba de tan molesta realidad está a la vuelta de la esquina. Una de las instalaciones de la zona que más sufre esta situación es la planta potabilizadora de Calo, que depura aguas fecales de parte de los municipios de Ames y Teo, los más poblados del área metropolitana.

La instalación funciona desde el año 2002, pero este problema es más reciente. Agustín Rodríguez Barreiro se encarga desde hace años de la gestión de la planta. Primero lo hizo como trabajador de la empresa concesionaria del servicio, pero ahora pertenece de forma provisional a la plantilla de Augas de Teo, tras su reciente municipalización.

La planta depuradora de Calo tiene capacidad para tratar cerca de cuatro mil metros cúbicos de agua contaminada, pero en buena parte de las ocasiones, el problema está en los residuos que entran. Y aquí es cuando aparecen los verdaderos monstruos de la tuberías, las toallitas desechables cuyo uso ha crecido exponencialmente. «Cada vez hay que limpiar el depósito más a menudo», detalla Rodríguez Barreiro, que insiste en que por mucho que se trate de fibra biodegradable, necesita semanas para deshacerse. Y mientras tanto se convierte en un tapón inquebrantable que satura la red y que hay que recoger a mano para un depósito para su posterior traslado. «Si la gente fuese consciente de lo que llega aquí, tomaría conciencia de todo lo que contaminamos y de todo lo que podemos hacer mejor», relata Rodríguez Barreiro, que también llama la atención de la gran cantidad de comida -«hasta percebes, restos de cocido y huesos de todo tipo»-, que aparece en la amalgama de residuos que nada tienen que ver con lo que debería llegar a la depuradora.

La tormenta perfecta de toallitas y huesos en la planta de Calo llega con las lluvias y las pluviales. La tromba de agua tiende a desbordar porque la planta no tiene capacidad para tratar tantos restos y, además, los conductos se atascan. «Y así surgen los vertidos», se lamenta Agustín Rodríguez, que en ocasiones suele recibir a vecinos de la zona molestos por la situación. «A todos los que vienen por aquí les digo lo mismo, todo esto que llega sale de las casas de cualquiera de nosotros», afirma.