La estación se asoma con frío al siglo XXI

Serafín Lorenzo SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

La adaptación de la terminal ferroviaria al AVE renuncia a competir con los proyectos de Foster y Mayne, y maquilla su sobriedad con escaleras mecánicas y ascensores

19 ene 2019 . Actualizado a las 23:35 h.

Si por algo destacará la estación que recibirá al AVE en Santiago es por su sobriedad. Porque en la concepción del proyecto de la intermodal se decidió exprimir la funcionalidad de lo que ya está construido frente a las posibilidades que ofrecía un rediseño de la terminal. Esa apuesta, que limita las alegrías arquitectónicas a la pasarela de acceso peatonal y a la estación de autobuses, se revela austera en comparación con las firmas que lucirán las intermodales de Ourense (Norman Foster) y Vigo (Thom Mayne), con presupuestos que llegan a triplicar el del proyecto compostelano y que seguro que permitirán que resulten menos frías.

Pero nada de esto impide disfrutar, con un buen abrigo, de las ventajas que ya ofrece la puesta al día ejecutada en la vieja estación de Santiago. Su adaptación a las exigencias de la alta velocidad ha permitido un avance notorio en la dotación de servicios esenciales. La infraestructura que se había quedado anclada en cuanto a equipamientos en estándares propios de mediados del siglo pasado ha dado un salto de varias décadas. Las mejoras se aprecian nada más cruzar el acceso principal al edificio de viajeros. El vestíbulo es ahora más amplio (donde había 140 metros cuadrados ahora hay 265) y, sobre todo, está mejor iluminado. El lúgubre recinto de antaño ha crecido hacia la parte situada en dirección A Coruña. Son 235 metros cuadrados nuevos y bien aprovechados, que albergan una zona de aseos y una cafetería acristalada que permite amenizar el tiempo de espera contemplando el ir y venir de los convoyes.

La luminosidad también es el elemento que más llama la atención al entrar a la zona de andenes, que ahora son más anchos y disponen de nuevo pavimento. La rehabilitación de la estructura de la marquesina principal y la sustitución de la cubierta, entre otras obras, facilitan una entrada de luz mucho mayor. La antigua vidriera ha sido reemplazada por una cristalera más modesta visualmente, pero que deja pasar más luz solar. Eso sí, los nuevos cerramientos no impiden la entrada en los andenes de un viento que resulta gélido cuando sopla del norte. Y las marquesinas que se han extendido a lo largo de los andenes pueden proteger al viajero en los días de lluvia, pero no lo librarán de pasar frío.

Aunque la principal novedad son los nuevos medios para transitar de un andén a otro, para lo que se han dispuesto varios ascensores y escaleras mecánicas (andenes 1, 2 y 3). Ese equipamiento incluye un nuevo paso inferior bajo las vías, con suelo de granito y mucho más amplio, limpio e iluminado que el angosto subterráneo anterior al que había que acceder a pie. Al igual que el elevador ubicado junto a la escalinata exterior de la estación, cuyo futuro sigue en el aire, los interiores son acristalados y tienen capacidad para ocho personas.

Estas mejoras, y otras que afectan a la nueva configuración de las vías e instalación de cerramientos, buscan favorecer el flujo de viajeros dentro de la estación, que se adapta así al crecimiento de la demanda que se asocia a la llegada de la alta velocidad en una estación en la que la línea del AVE Madrid-A Coruña coincidirá con la del eje atlántico.

Pero el párking continúa precisando mejoras. Aunque ha ganado en número de plazas y comodidad con su extensión hacia el norte, el pago del tique sigue obligando al usuario a desplazarse por el aparcamiento hasta la caseta metálica que aloja los cajeros. Es este un peaje añadido para el que también valdría la pena buscar una solución digna.