La Compostela que creció con sus pubs

Margarita Mosteiro Miguel
marga mosteiro LA VOZ / SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

Margarita Mosteiro

Entre 1970 y 1985 se abrieron muchos de los café-bar que todavía siguen activos en la actualidad

26 feb 2018 . Actualizado a las 11:01 h.

Para hablar de la historia de los locales de copas de Santiago es absolutamente necesario ponerse nostálgico, y echar la vista atrás para hacer memoria y recordar a los pioneros compostelanos que, no sin una pizca de aventura, pusieron en marcha negocios que han aguantado el paso de los años. El embrión de la hostelería nocturna compostelana puede localizarse en 1968, cuando en uno de los bajos de Quintana de Vivos, cinco amigos se embarcaron en la aventura de «darlle unha volta ao comedor universitario» para animar las tardes-noches con el Club Universitario. En el grupo de amigos estaba Paco Torrente, «Fuco» para todos. «Tíñamos sorteos, facíamos sesións especiais; e alí escoitábanse cancións que non se podían oír en ningún outro sitio», recuerda Fuco. La aventura no duró mucho tiempo, porque el «Arzobispado, o dono do local, solo nós deixou o local un ano. Tiñamos colas para entrar no clube e non lles pareceu boa cousa. Eran outros tempos».

La noche compostelana en el casco histórico se quedó huérfana con el cierre del Club Universitario en 1969, por lo que los más jóvenes tuvieron como único referente el Ensanche hasta la apertura en 1972 del Modus Vivendi. Durante estos tres años, las discotecas A Gaiola, Búho, Black (Santiago), que abrieron en 1966 y As Bruxas (Milladoiro), del mismo año, fueron los locales de los jóvenes de los 60. En Alfredo Brañas, donde hoy hay un garaje, la sala de baile Chachachá era escenario de los primeros guateques fuera de casa.

Johakin y Pop Pool

Antes de que la noche del casco histórico resurgiera, en el viejo Ensanche se abría paso una discoteca que supuso una revolución para aquel momento. En 1970 abrió Johakin, de la mano de Amador y Joaquín, dos visionarios de la hostelería nocturna. Johakin cambió de nombre en los años 90 por Kilate; y más recientemente, por Ruta. Este local es uno de los que ha visto crecer a muchas generaciones de jóvenes. Cuentan algunos de aquellos veinteñaros, ahora cincuentones, que en Johakin no eran muy bien vistos los soldados, que hacían la mili en el cuartel del Hórreo, hoy Parlamento de Galicia, que sin embargo eran clientes del Pop Pool, situado muy cerca.

Fuco recuerda que los ambientes de la zona nueva y la zona vieja eran totalmente distintos. En la vieja siempre hubo un aire más reivindicativo, y los locales eran «sitios onde podías charlar e debatir». En 1972, con la apertura del Modus Vivendi, se inicia el renacer del casco histórico. El arzuano Manuel Rodríguez García, actual propietario del Modus junto a otros cuatro socios, acababa de nacer cuando Antonio y Amador abrieron el local. Tras ocho años de actividad, Lalo asumió el timón. Corrían los años 80, y era la época en la que se cerraba la rúa Nova de Abaixo, porque «había tantas gente en la calle, que era imposible circular», recuerda María, una de aquellas jóvenes, ahora abuela.

En el 2000 llegó Manu al Modus. Una de las peculiaridades de este local, y de todos los de la zona monumental, es que «desde as súas orixes tiñamos claro que se quería ofrecer cultura. Non querían ser abrebadeiros», apunta Manu. «Por sorte», según comenta el hostelero, se resolvieron los problemas surgidos hace unos años con las actividades culturales de la noche. «O ataque non foi aos locais, foi aos artistas. A cultura nocturna non é solo música, é teatro, contacontos, maxia. O convenio firmado por Rego nos anos 90 e recuperado agora é un apoio a cultura da cidade. Os locais temos que cumprir as normas de ruído, pero a cultura non pode atacarse», apuntó Manu. Reconoce que se ha producido un cambio en la noche, «nos anos 80 e 90, os clientes eran estudantes. Santiago tiña 50.000 universitarios. Agora temos un público distinto, depende das noites. Os fins de semana temos aos rapaces dos 80 e 90, o resto da semana, son os rapaces de agora».

Tras la apertura del Modus fueron otros muchos los que se adentraron en el negocio de la noche. O Galo D´Ouro abrió solo un año después, en 1973, y se mantiene abierto bajo la batuta de Jorge Hombre, su fundador. Durante muchos años, Hombre prefería dedicarse casi en exclusiva a los universitarios, y cerraba cuando los primeros turistas asomaban por la Conga. En los últimos años, se mantiene al pie del cañón hasta después del Apóstol.

Cuando había 50.000 universitarios

 

 

Los finales de los 70 y los 80 fueron los mejores años del ocio compostelano, impulsado por los más de 50.000 universitarios. Era la época en la que la USC solo tenía una sede, y Compostela era un hervidero juvenil. Fue cuando nació el pub A Laura, en 1976. Su nombre fue el homenaje de su fundador a su localidad natal, Padrón, donde marcarse un Laura, era algo así como estar en las nubes. A Laura ocupó la casa, ahora apuntalada, en San Paio, donde tres años después, en 1979 abrió el Fucolois, de la mano de Paco Torrente y Lois Gómez, ya fallecido. Fuco recuerda los debates espontáneos de política y temas sociales en su local. «Foron anos do espertar. Alí tiñamos un bo ambiente», dijo. Tras años de bonanza, el Fucolois se vio obligado a abandonar sus orígenes y trasladarse a Xelmírez, donde aún sigue. Aquellos fueron años difíciles para Fuco, que aún hoy los recuerda con rabia. «O dono quería botar a señora que vivía no primeiro piso, pagaba unha renda de 100 pesetas. Houbo unha fuga de auga, e a casa foi deixándose morrer», recuerda. Como consecuencia de un temporal, la chimenea de la casa cayó y «non nos deixaron arranxar. Tivemos un xuizo, que gañamos, pero non serviu de nada». Corrían los primeros años de los 90, cuando la mala suerte hizo que los abogados de Fuco retrasaran la presentación de un aval de un millón de pesetas en el juzgado para que ellos mismo pudieran hacer las obras.

Ante esta situación, en 1994 se terminó la historia de un local que dejó huella en muchos compostelanos de nacimiento y de adopción. El primer Fucolois, donde tantos se entrenaron en el debate político y otros muchos se enamoraron, es hoy la casa en peor estado del casco histórico, a unos metros de la Catedral.

Junto al Fucolois, en 1978 abrieron otros como el Tarasca, en Entremuros, que sigue su actividad, y el desaparecido Tamboura, que hasta 1988 ocupó el local que hoy es A Tafona. Anteriormente, el Tamboura había estado en un bajo de un viejo edificio de Xeneral Pardiñas, que fue derribado para construir otro, en el que estuvo hasta hace unos años las bicicletas Honorio, y actualmente un local de Inditex. El Tamboura, al igual que aún hoy el Dado Dadá (1980), tenía como reclamo las actuaciones en directo de jazz.

Al pie del cañón siguen otros emblemáticos de los 80, como Paraíso Perdido, Momo, Metate y Casa das Crechas, que se pusieron en marcha en 1985. El mapa de los veteranos del ocio nocturno se completa con A Reixa, Borriquita de Belém, Atlántico, Literarios, Frac Rock, Camalea, Gramola, Embora, O Pozo (primero tasca, ahora café-bar) y A Xuntanza y Modus Vivendi, unidos en la Asociación Cidade Vella.