El valor de lo impagable

DENÍS E. F.

SANTIAGO CIUDAD

DENIS E.F.

La Plaza de Abastos entrelaza relaciones comerciales y personales; no todo es negocio, también hay tiempo para hablar y reflexionar

22 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Una defensa férrea hacia todo aquello que tiene un valor intangible. Una idea que hace referencia al no olvido generacional y que debería tenerse en cuenta en las aulas y los hogares. La necesidad de vivir de lo aprendido, como una verdad que nos acompaña a través de nuestra existencia y que fragua poco a poco a medida que maduramos.

La Plaza de Abastos entrelaza todo tipo de relaciones comerciales y personales, no todo es negocio, también hay tiempo para hablar y reflexionar. Levantarse muy temprano con el propósito de trabajar o hacer la compra puede ayudarnos a gestionar el ritmo diario de otra forma.

La Praza actual, diseñada en 1937 por el arquitecto Vaquero Palacios, está situada en el mismo espacio que ocupó desde 1870 el mercado. Flanqueada por la iglesia de San Fiz de Solovio y la de Santo Agostiño, es una pieza clave de la Travesía de Altamira, arteria vital de la zona vieja y una de las ubicaciones más conocidas por ciudadanos y visitantes.

A las siete de la mañana el usuario que frecuenta la Plaza aún no ha llegado, pero el vaivén de los que allí trabajan se torna apasionante; es uno de los momentos más íntimos que les otorga su oficio. A su ritmo, pero sin pausa, las idas y venidas de coches y camiones, las cajas de peixe, fruta, verduras y carne, flores y todo tipo de mercancías se van distribuyendo por los cientos de puestos que entroncan el mercado. Los días clave son martes, jueves y sábados, tanto por público como por número de comerciantes que vienen con sus propios productos a vender y relear, un trabajo más antiguo que los libros que va mermando con el paso de las décadas y la aplastante presencia de las grandes superficies comerciales.

Nuestro trabajo en cadena compete a toda aquella persona que tenga la inquietud de sobrevivir a la vorágine de lo instantáneo, mantener con vida otro de los tesoros que conforman Compostela e impedir que ocurra como en otras ciudades, donde los mercados tradicionales poco menos se han convertido en parques de atracciones en los que se compra poco y se fotografía mucho, mutilando ritmos y desfasando precios, en todo caso decapitando la estructura vital de los centros y dejando al habitante en un lugar secundario al verse obligado a la cola de la caja registradora.

Las dificultades por las que están pasando no se deben únicamente a una cuestión monetaria, ya que la calidad se paga más, sino al efecto de una supuesta mayor eficiencia que se le ofrece al comprador por parte de las multinacionales, más rápidas, presentes y baratas.

Cuando alguien compra una manzana diferente a las demás o se olvida del envase bañado en conservantes, aparte de sonreírle a la salud, aporta un grano de arena al reloj milenario que cada día ha dado esperanza a aquellos que se desloman, sudan, se despiertan de noche y mantienen en vilo al olvido para que no los relegue a otra de sus estanterías polvorientas. Creamos en el individuo, sonriámosle agradecidos y valoremos su esfuerzo para que vuelva mañana.