Despeinarse

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña EL MIRADOR

SANTIAGO CIUDAD

22 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Yo en realidad entiendo a las autoridades que paralizan el transporte escolar y suspenden las actividades extraescolares en 173 concellos por las previsiones meteorológicas adversas. Del mismo modo que entiendo que unos profesores se negaran a acompañar a un grupo de alumnos que tenía que cruzar la calle para acudir al colegio de enfrente donde había comedor escolar; los niños se quedaron sin el servicio, pero los maestros repetían que no era su responsabilidad. «¿Y si un día pasa algo?», se preguntaban. Comprensible, hay que poner la venda antes que la herida.

Yo estoy con ellos. Como estoy también con el Concello de Santiago que diseñó caminitos seguros para los pequeños que van al cole. Pero que los entienda no significa que no me den pena esos niños obligados a ir por el camino marcado, o los que no saben lo que es hundir sus botas en la nieve, o chuparse los dedos por la mañana con el hielo escarchado de un bidón abandonado en la calle, o pelearse tirándose tierra a los ojos, o hacer competiciones de escarabajos o coger un ramo de mexacáns para regalárselo a la chica que te gusta...

En 1977 a los niños había que arrastrarlos a casa por las orejas, ahora hay que tirarles de ellas para que salgan y dejen sus móviles y sus videojuegos. Pero no es culpa de ellos y yo les entiendo. Cuando era pequeña y había temporal íbamos a la escuela andando, y el viento nos impedía avanzar y nos entreteníamos en los charcos y llegábamos al cole con las mejillas sonrosadas y el pelo arremolinado.

El que no se despeina a los 10 años lo hace a los 50. También lo entiendo, pero no deja de ser ridículo.