El Hostal recuerda a los cinco niños embarcados en la expedición contra la viruela en 1803

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

SANDRA ALONSO

Tenían entre cinco y nueve años de edad y fueron abandonados en la inclusa, que estaba situada en una de las salas del actual parador de turismo

15 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Algunos fueron depositados en el torno que la inclusa de Santiago tenía en el que hoy es el Hostal dos Reis Católicos. Otros llegaron de otras localidades pero los cinco compartieron destino: ser abandonados por sus familias, bien porque no podían mantenerlos o por la vergüenza de ser madres solteras en aquella época. Los documentos cuentan qué ama de cría los amamantó, y en algún caso que llegaron con una cintica, una señal que la madre ponía al niño por si pasado un tiempo la situación económica mejoraba y podía recuperar a su hijo. Casi nunca sucedía. Juan Antonio, Jacinto, Gerónimo María, Francisco Florencio y Juan Francisco tenían entre 5 y 9 años y formaron parte del grupo de 22 menores de A Coruña, Madrid y Compostela que partieron en la corbeta María Pita en 1803 en una expedición médica cuyo objetivo era llevar la vacuna de la viruela a América.

Los cinco tienen ahora una placa en la sala del Hostal en la que se ubicaba la inclusa, y que recuerda su heroicidad. Cuando Edward Jenner vio que las mujeres que ordeñaban las vacas se contagiaban de un tipo de viruela, pero que eso les inmunizaba de la humana, mucho más letal, inventó la primera vacuna de la historia inyectando la enfermedad a las personas. Pero había que llevarla al nuevo mundo, y de ello se encargaron, bajo el mandato de Carlos IV, Francisco Javier Balmis, Josep Salvany y la enfermera originaria de Ordes Isabel Zendal.

En Os nenos da varíola, la periodista y escritora María Solar narra esta historia, de la Editorial Galaxia, y de hecho fue ella quien propuso a la editora y al director del Hostal, Julio Castro, recordar con una placa a los cinco pequeños criados en Compostela, a quienes se les prometió ser adoptados al llegar a México, promesa no siempre cumplida.

Juan Antonio salió de la inclusa con 5 años. Llegó bautizado de Lugo y María Batallán se encargó de amamantarlo. Jacinto, de 6, fue abandonado en el torno una noche, y el capellán Jacinto de Ponte, que le puso su nombre, apuntó que «estaba bastante gordito y llevaba al puño una cinta azul». Gerónimo María llegó con una niña del hospital de la caridad de Ferrol y salió con 7 años para emprender el viaje a América. Florencio, con 5, fue abandonado en el torno, y Juan Francisco, que partió con 9 años, era de Coristanco e hijo de Gertrudis del Castillo, quien no pudo cuidarlo. A los cinco, pequeños héroes que ayudaron a erradicar una enfermedad mortal, se les recuerda ahora en el Hostal.