«En enero es normal que haga frío, pero nos alarmamos por lo que pasa fuera»

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

SANDRA ALONSO

Las bajas temperaturas obligaron a ampliar las plazas del albergue; aún así no se llena

22 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Soy de la Galicia profunda, de Agolada». Eso explica muchas cosas. Explica, por ejemplo, que a Joaquín Pulleiro le llame la atención que algunos sintecho de Santiago no quieran dormir en el albergue que él dirige en Xoán XXIII porque, entre otras cosas, tienen que ducharse: «El albergue lo tenemos desde hace 42 años en lo que era el antiguo noviciado, y ahí estuve yo, que soy fraile desde hace 54 años, y entonces era un sitio mucho más desangelado, no había calefacción ni agua caliente, había que ducharse en agua fría. Yo procedo de la aldea, de Agolada, y echo la vista atrás y me preguntó cómo podíamos vivir...».

Quizás también por eso le llama la atención la alarma que se creó estos días en torno al frío, y no por lo que pasa en otras zonas donde sí hubo catástrofes, sino por el tiempo que está haciendo en Galicia y, en concreto, en Santiago: «Simplemente llegó el invierno, en enero hace frío; lo que no es normal es que nos alarmemos por lo que está pasando fuera, estamos en el mes en el que tiene que hacer frío; y además, es un frío seco y sano, te abrigas y ya está».

Lo peor es para los que duermen en la calle, y conscientes de esa situación, el albergue de San Francisco llegó a un acuerdo con el Concello de Santiago para ampliar las plazas estos días en los que las temperaturas nocturnas rondan los cero grados y para abrir la mano en lo que a las restricciones de uso se refiere. Por ejemplo, en circunstancias normales, los transeúntes solo pueden pernoctar diez días seguidos y no volver hasta el mes siguiente, pero en estas circunstancias, esa norma se levanta.

No ocurre lo mismo con otras que tienen que ver con la convivencia y la limpieza, y que son las que provocan que algunos transeúntes rechacen hacer uso del servicio. «Hay ciertas reticencias a someterse a las normas, a ducharse por ejemplo antes de acostarse, que es algo que me llama la atención porque hay agua caliente y resulta gratificante, no es como nos bañábamos nosotros de jóvenes, en una tinaja. Pero viven en un espíritu libre y no quieren someterse a las normas, y hay que respetarlo, aunque está claro que el que viene, tiene que atenerse a ellas, porque son cuestiones elementales de convivencia».

Quizás por eso, o quizás porque a fin de cuentas es el frío normal de enero -como dice el fraile-, el albergue no está colapsado. «Tenemos 25 camas y teóricamente no podemos acoger a más personas, pero estos días hacemos una excepción. De todos modos no se está llenando, hubo 21 personas una noche, 18 la otra... La pasada [por el jueves] la policía trajo a un transeúnte a la una de la madrugada y otro día, a otro a las doce, pero eso ocurre de vez en cuando en cualquier fecha; la afluencia no es desmesurada, la media es de veinte personas».

El perfil del usuario es el de una persona que está en el paro, mayoritariamente un varón, «que se dio a la bebida o a la droga o es de una familia desestructurada». El albergue les da refugio todo el día, y aunque comen en la cocina económica, pueden pasar allí el resto de la jornada, donde tienen tele, acceso a Internet, prensa, bocadillos, infusiones... «Para nosotros el albergue es una prioridad, porque responde al espíritu de los franciscanos». Eso no quiere decir que no sea importante el hotel, que es un orgullo para la congregación. «Da trabajo a cincuenta personas, el edificio está así cuidado y es un referente para la ciudad». Y lo que es más importante, son los beneficios que genera la actividad hostelera los que permiten contar con fondos para mantener el albergue, un servicio en el que trabajan doce personas y que abre todo el año para dar cobijo a quien no lo tiene.

El personaje. Joaquín Pulleiro, de Agolada, es fraile franciscano desde hace 54 años y actualmente dirige el albergue.

El albergue. Tiene 25 camas, aunque estos días se ampliaron las plazas. Los sintecho pueden dormir, ducharse, ver la tele, leer la prensa y conectarse a Internet.