«En O Eixo encuentro paz, soy la macarra del monte gallego»

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

La actriz regresa cada vez que puede a su lugar natal para recargar pilas

27 jul 2015 . Actualizado a las 11:16 h.

Nerea Barros nació y se crio en O Eixo, en donde vivió hasta sus veintipico años, para luego trasladarse a la zona vieja de Santiago. La parroquia compostelana y su contorna fueron el patio de juegos de la actriz revelación de los últimos Goya. Sus años de niñez y adolescencia los vivió entre paseos en bicicleta, amigos, escondites interminables bajo las estrellas, trepando árboles, veranos en el río, juegos en los molinos y un sinfín de recuerdos entrañables.

Ya desde pequeña Nerea apuntaba maneras. «Tendría unos 5 años, aproximadamente, y ya recuerdo coger unos zapatos rojos de los ochenta y una bata de casa marrón de mi madre y ponerme a caminar por el pasillo hablando con los espejos, montándome mis escenas», cuenta. «Cuando supe realmente que quería ser actriz fue a los 14 años, pero a la vez estaba muy coartada y tenía muchos miedos. Me preguntaba qué tenía yo de especial habiendo tanta gente y siempre soñaba que alguien me descubriera y me dijera: tú tienes que ser actriz, porque lo llevas dentro», continúa.

La primera vez que se subió a un escenario fue en el colegio. Nerea estudió en Compañía de María y en primero de EGB interpretó a la virgen María en una función escolar. «Era la única niña que se sabía los diálogos de todos, los dirigía y chivaba en escena», dice. Y muchos que la vieron actuar ese día llegaron a pensar que en vez de un muñeco en sus brazos tenía un bebé de verdad. Su primer trabajo profesional le llegó con solo 14 años, con Nena. Recuerda que, casualmente, el día que el director fue al instituto a buscar una niña ella no estaba en clase. Su hermano mayor, viendo lo triste que estaba, la llevó a un casting abierto que había en Área Central para la misma película «y fue a mí a quien escogió el director después de llevar un año y pico buscando a una niña», relata. A partir de ahí repitió con él en varias ocasiones hasta hace muy poco, por lo que dice ser «una chica Bermúdez».

«Aquí yo lo he luchado mucho pero es difícil, muy difícil, mantenerse y si quieres avanzar como actor, al final, tienes que recurrir a Madrid», explica. «Me costó mucho adaptarme a ese ritmo acelerado de la capital y a esa sensación de no pertenencia, necesitaba ese tempo que se vive aquí», reconoce.

Aún ahora, siempre que tiene una oportunidad, regresa para recargar pilas junto a su pareja, Juan Ibáñez, el Trancas de El hormiguero. «En O Eixo encuentro paz, soy la macarra del monte gallego», dice esbozando una sonrisa de lado mientras se acuerda de sus aventuras juveniles por las carballeiras de la zona, recogiendo en invierno setas venenosas o haciéndose una sopa de perejil y barro que le costaría una intoxicación.

Nerea Barros reconoce que siempre le costó alzar el vuelo. «Soy una persona súper familiar, la pequeña de tres hermanos, adoro a mis padres y me daba mucho miedo salir de casa», afirma. Su primera parada fue más bien cerca, en Pontevedra, en donde estudió Enfermería, profesión que ejerció durante ocho años intercalando sus trabajos como actriz.

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