Los latosos de la microeconomía ya tienen su renta social

xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

05 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Una señora se acerca al cronista y, con voz angustiosa, le pregunta si sabe de algún trabajo, «para fregar lo que sea». Habita con su hijo de veintitantos años, ahí detrás de la gasolinera de O Cruceiro, y no tiene más ingresos que los que le proporciona la exigua pensión de su madre. La tentación en estos casos, como la de cualquier ciudadano de pro en esta sociedad de mercado, es la huída. Un par de excusas mal aliñadas y que la latosa señora se quede con su ahogo familiar.

Qué diantre, hay miles de familias con historias patéticas en esta ciudad. Y muchas de ellas acuden al Cristo de la Corticela para que les rescate del pozo económico. Por cierto, son incontables los papelitos que la gente deposita en el Huerto de los Olivos, situado en el ala izquierda de la capilla. Señal de que, junto a los estudiantes acongojados, hay muchos bolsillos familiares huecos.

El encuentro con la fatigosa señora, que hipaba al mencionar a su hijo, ocurrió en la avenida de San Caetano, justo delante de la Xunta. Es lo que tiene el caminar diario, que uno respira flanqueando los céspedes y disfruta del paisaje y del paisanaje. O lo padece y lo compadece, y pone el oído en el alma de la mísera dama. Quien no camina nunca no se va a encontrar con excluidos ni va a observar el sial y la sima de la sociedad compostelana. El sial aflora en las tertulias y en los artículos de charol y la sima no se ve. Cerca de veinte mil personas en Compostela sueñan con abandonar la topera. No se ven, pero probablemente se han dejado sentir en las urnas.

No obstante, los brotes verdes están saliendo, y el fórceps no para de tirar por ellos. Entonces los partidos alternativos se esfumarán del mapa. Pero, por si acaso, Mariano Rajoy empezó a formalizar la inscripción de España en el registro de la propiedad.

Embolso

A la señora de San Caetano, plañidera de barrio, este cronista la orientó hacia los servicios sociales del Ayuntamiento. Hay abierta una convocatoria de rentas sociales y quizá sea una candidata a ese frugal embolso, tal vez sin necesidad de primarias. Ese grifo se acaba de abrir y las ayudas manarán a partir del otoño. El baremo dirá. Pero hay otras fuentes asistenciales de Raxoi para los sectores desnutridos de la economía compostelana.

La renta social es una herencia de Agustín Hernández muy aprovechable, con 600.000 euros apartados en esta alcancía. No es una cifra para echar cohetes, ni mucho menos, pero palía derrotas anímicas. Además, fluyen en los presupuestos 500.000 euros para casos de riesgo social y un importe similar para las entidades sociales que suelen sacarle las castañas del fuego a las autoridades. Malo será que en algunos de estos conceptos, amén de risgas, tenga un hueco la impertinente mujer de O Cruceiro. La desgarrada madre de O Cruceiro.

Y si uno la orienta a la Corticela es porque no resulta nada aconsejable que ella o sus adláteres sociales salgan a gritar a la calle eso de pan y justicia, porque los embargarán o desahuciarán por impago de las multas. Rige ya el amarillento texto desempolvado que es la ley mordaza. El ministro de Interior logró colarse en los sótanos del Palacio del Pardo.

Es de agradecer que Agustín Hernández haya legado su propuesta de renta social, y que el nuevo gobierno local la disponga y reparta según criterios de necesidad. Muchas familias santiaguesas pueden mirar con otros ojos a sus semejantes. Pero las politicas económicas deben poner también cañas en los presupuestos para pescar peces. Como mínimo para barrer «lo que sea». Y más de un día. A ver lo que sale del esperanzador plan, al estilo marea, de Núñez Feijoo.

Con el verano algún sector deprimido de la ciudad respirará un poco, como reflejan las estadísticas del paro referidas a junio. El problemilla, además de la estacionalidad, es la precariedad que suele acompañar a los empleos estrenados. El «para fregar o que sexa» presenta muchos envoltorios de indignidad, pero contribuye al boato oficial de las cifras. Y el boato tendría que ser rebajado al hilo de la frenética actividad de las entidades sociales. Hablar del submundo compostelano quizás suene a melifluo o demodé. Un riesgo que hay que correr.

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