A comerse el mundo como los primeros ediles democráticos

xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

24 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace casi cuatro décadas la ciudadanía ponía la primera piedra democrática en el pazo de Raxoi. La otra piedra, la de la longa noite, se había disipado. Los pioneros de la democracia sudaron la gota gorda, muchos de ellos sin los anhelados resarcimientos económicos de ahora, para poner los cimientos del edificio municipal. Por el consistorio desfilaron gobiernos de distintos colores, con predominio de unos sobre otros, y la ciudadanía habrá de dibujar hoy el que regirá la ciudad los próximos cuatro años.

Curiosamente, el previsible mosaico municipal tiene visos de parecerse más al de la primera corporación democrática que al de los últimos mandatos. José Antonio Souto Paz pastoreó a un amplio espectro de formaciones políticas individuales o coaligadas. Todos los concurrentes acudieron con la ilusión de inaugurar la democracia sin los grilletes franquistas y con una mochila repleta de ideas.

Todo hay que decirlo, iban embobados. Tras sobrepasar el escudo pétreo franquista de la puerta, que años más tarde demolería Xosé Luis Losa, subieron las escaleras confusos, como si invadiesen un berenjenal. Los escaños de esos veinticinco hombres signatarios del nuevo orden municipal, bajo banderas ideológicas diferentes, tendrán nuevo dueño hoy con un mosaico de siglas diversas. Al menos eso es lo que dictan los sondeos y la calle. Los votos lo confirmarán o desmentirán. El trío de formaciones desaparecerá previsiblemente del mapa de Raxoi.

Cada legislatura es un paso más en la modernización de la vida municipal y del servicio a los ciudadanos. Y ahí todos los concurrentes saben que hay ciudadanos y hay subciudadanos que se sienten a sí mismos piltrafas humanas, sin vela en este entierro social porque son los enterrados. Levantarían un poco la cabeza si tintinearan sus bolsillos y su dignidad. Quien salga elegido en las urnas, y aunque nadie hable hoy del paro, habrá de poner el punto de mira en los desfavorecidos y no mirarlos únicamente como si la cosa fuese con ellos.

No es el Concello el motor principal del cambio social y económico de Santiago, pero sí uno de los motores que pueden contribuir a que el carné de integrante de un municipio con caché de capitalino sirva para algo.

Pilas cargadas

La ciudadanía aguarda que los ocho candidatos, alguno con presencia testimonial, rezume el mismo espíritu de comerse el mundo que guio a los ediles de 1979. Argüir que eso queda muy atrás es como renunciar a llegar a Raxoi con las pilas cargadas.

Hasta ahora brillaron las luminarias electorales en una sonriente campaña de quince días que, bajo la superficie, reflejaba cansancio y a menudo tedio. Así se lo expresaron a este cronista algunos participantes, que le meterían sin remilgos un tijeretazo a la quincena electoral. Lo malo, dicen, es dar rienda suelta a las lágrimas tras arribar con el cuerpo esmirriado al 24-M y encontrarse luego de bruces con el fracaso. Como dice Emilio Lavandeira, no puede haber ocho alcaldes de Santiago. Y no hay escaños supletorios, aunque más de uno concedería accésits a personajes válidos que habrán de ver los toros desde la barrera.

Fue una campaña de bajos presupuestos, transparentados de forma aislada por alguna formación, y de candidatos poco dados a la violencia verbal. La sangre no llegó al Sarela.

El consejo institucional en todos los comicios es que la gente se exprese en las urnas, aunque sea en blanco. Los detractores de esta tesis han acuñado en decenas de paredes y muros consignas contrarias. Hay libertad para todo, siempre que el patrimonio no sea dañado, porque quizás ni siquiera sea abstencionista.

Los programas de las formaciones están poblados de retos, aunque hay bastantes cromos repetidos. Se supone que los compostelanos han extendido los varios metros de contenidos programáticos en el suelo de una sala para cotejarlos y analizarlos antes de pronunciarse. Si es así, será el gobierno local mejor elegido. El «quién va ganando» y el «quién ganó» serán hoy las expresiones más reiteradas de la noche, en la política y en el fútbol. Los insomnes tras la derrota rumiarán una y otra vez las jugadas.

lúa do vilar