Aparcar en el Clínico, misión imposible

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

PADRÓN

MARGA MOSTEIRO

El estacionamiento en vías de circulación, zonas verdes y aceras se extiende al entorno del CHUS

19 oct 2018 . Actualizado a las 23:40 h.

Es casi tan difícil conseguir una plaza de aparcamiento en el entorno del Hospital Clínico, en las horas centrales, como lograr un premio de lotería. Cada día miles de personas acuden al complejo hospitalario con la angustia que produce la incógnita de los resultados médicos o con la preocupación por el estado de salud propio o de familiares, y lo hacen en medio de un ambiente agresivo y tenso. Llegar en coche ya es una odisea para quienes vienen de lejos, y una aventura para los compostelanos, que se exponen a tener que dar mil vueltas para conseguir llegar al único aparcamiento subterráneo después de descartar encontrar una plaza libre en superficie.

Desde las once de la mañana, la circulación se convierte en caos. Los guardias de seguridad, totalmente desbordados ante la situación, cruzan entre los coches para intentar que nadie abandone su vehículo en el medio de la calle. Hay que reconocerles voluntad, pero también poca eficiencia.

«Eu non podo máis, deixo o coche aquí porque perdo a cita», dice Manuel de Val do Dubra. Es lo máximo que alcanza a explicar cuando se le pregunta por qué deja su coche entre el jardín, la acera y un carril de circulación. Una mujer de Santiago que aguardó durante unos 45 minutos en doble fila mientras su hija iba a una prueba médica, reconoce que «era mejor venir en el autobús, pero es que después ya hacemos compra». Lucía, que últimamente acude con frecuencia al hospital para visitar a un familiar ingresado, prefiere aparcar en Santa Marta «y venir dando un paseo. No está lejos, pero ahora casi está lleno». Pedro, de Padrón, apunta que «si hubiera un autobús con mejor combinación, no traía el coche», mientras sale de su vehículo aparcado sobre la acera de la calle que lleva al párking, que cuelga el cartel de completo. Solo son las 11.30 horas.

Los pasos de peatones, las rotondas, los jardines, las aceras y hasta los carriles de circulación son espacios válidos para dejar el coche. Estas imágenes no se repiten solo en el ámbito del Hospital Clínico, sino que se trasladan también a las calles de su entorno. En las casas de Saconia, en A Choupana, las zonas de aparcamiento están saturadas durante toda la mañana, e incluso los conductores recurren a las aceras para «abandonar» sus vehículos, y confiar en la suerte. En la avenida de Barcelona no queda un espacio libre, y tampoco en la de Bilbao. Aún más lejos, los aparcamientos en los supermercados Lidl y Eroski presentan un lleno que no es acorde con la clientela que puede verse en su interior. Basta estar allí unos minutos para confirmar que la mayoría deja su coche y pone rumbo al Hospital Clínico.

El área disuasoria de libre estacionamiento de Santa Marta también se ha convertido en un refugio para quienes acuden a las citas médicas. El movimiento de personas deja claro cuál es el destino de la mayoría de los que aparcan durante toda la mañana en la explanada.

«Aquí no multan, por eso está todo así»

Los problemas de aparcamiento y de circulación se repiten de lunes a viernes, todos los días, «y si llueve es todavía peor», comenta José, que va varios días a la semana al Clínico para un tratamiento. «Los guardias de seguridad no pueden hacer más. La gente da vueltas para estacionar, y cuando ven que es imposible van al aparcamiento», explica. Este vecino de Santiago tiene la solución: «Aquí no multan, por eso está todo así. La gente solo entiende cuando le va al bolsillo». Mientras José habla, una mujer acaba de dejar el coche en la parada del autobús y entra en el Clínico. El guardia estaba desalojando a otro conductor que pretendía dejar su vehículo sobre la acera, delante del acceso a consultas externas. No muy lejos, otro hombre de avanzada edad detiene su coche en medio de un carril de circulación. Al ser preguntado por su maniobra responde, con angustia, que está esperando a su mujer y su hija. En este caso, la acción incorrecta duró pocos minutos, porque un guardia de seguridad le insiste en que tiene que mover el coche.

La desesperación es tal, que muchos optan por dejar sus vehículos en isletas y junto a las puertas y fincas de las casas próximas. En la Travesía da Choupana se optó por cerrar con vallas los huecos libres entre los bloques para asegurar un espacio para los residentes.