Cuando el juez Roura empezó a pasear su perro por el Campus

xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

PADRÓN

08 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El juez Roura ejercía como un médico que acudía a consulta a Santiago algún día a la semana. O como el viejo cura de Lampai, que se desplazaba a pie hasta Pazos (Padrón) un par de días cada semana para oficiar una misa matutina, arropado por una decena de ancianas con pañoleta, y regresaba andando a su parroquia.

El juez Roura, con semblante grave, oficiaba juicios por conflictos laborales o pensiones, uno tras otro, en una sala del edificio de sindicatos y retornaba a A Coruña. El magistrado se cruzaba en las escaleras con gente de CC. OO. o UGT, como en una comunidad de vecinos, saludaba cortésmente, vestía la toga y anulaba o ratificaba despidos a destajo.

Era una época fronteriza entre Calvo Sotelo y Felipe González, en la que la calle continuaba poblándose de parados. Y el edificio de los sindicatos, en Xeral Pardiñas, se veía muy animado. Como los tanatorios, en donde la gente va acompañar a los despedidos y siempre se encuentra algún conocido con el que pegar hebra.

Al mediodía el juez Roura daba por concluidas las vistas, colgaba la toga en la percha, igual que los letrados, echaba una parrafada con el personal y se iba o tomaba un aperitivo en el King York. La abogacía usuaria del edificio sindical también departía familiarmente después de batirse el cobre dialéctico en el estrado. Allí estaban los Neila, Soto, Cándido, Gerpe, Fermín u Ogando, sagaces laboralistas y amigos mutuos. Una atmósfera familiar.

Estos buenos letrados, cierto día de 1983, entraron en el juzgado y no salieron. Hartos de promesas en el rudimentario panorama jurisdiccional de Santiago decidieron encerrarse. Reclamaban una magistratura de trabajo. El decano Evaristo Nogueira padre se echó las manos a la cabeza y el semblante grave del juez Roura se agravó aún más. No hizo falta que mostrase tres veces su fruncimiento para que los abogados levantasen el cierre.

Colapsados

Concluyamos la historia. Nogueira prometió que aterrizaría en Santiago una magistratura de trabajo y no se jugó el bigote porque no lo gastaba. Dos años después, cuando las dianas y alboradas del Apóstol ambientaban las rúas, Alberto Martínez Roura tomaba posesión de la Magistratura de Trabajo de Santiago, integrada en el sistema judicial compostelano, flanqueado por Evaristo Nogueira y Xerardo Estévez. La justicia de lo social abandonaba los pañales y se ponía el pantalón corto. El magistrado Roura paseaba su perro sin prisas, ya como residente, por el campus sur.

El pantalón se alargó cuando la segunda sala de lo Social vino a redoblar la justicia, muy demandada, en Compostela. Y como no hay dos sin tres, llegó la tercera en medio de una actividad inabarcable. Punto final. Ahí os quedáis, ¿eh?, dijo Madrid. Hoy sois los más colapsados de Galicia, con mucho, pero mientras no os encerréis como vuestros patriarcas laboralistas ni pintéis el indio, os toca apencar con la más fea. Y en lo del Contencioso-Administrativo, otro tanto.

No es cuestión de justicia, es cuestión de poderío y A Coruña y Vigo piden paso por sexta vez. «El cuarto juzgado de lo social tendría ya que estar funcionando», dice el decano Evaristo Nogueira hijo. El ministro Catalá tiene la oportunidad de conocer la palabra aldraxe. Con un simple vistazo que eche a las estadísticas gallegas la entenderá sin problemas. Hasta Ourense, que tiene diez mil asuntos menos sobre la mesa, está judicialmente mejor surtido que Compostela.

Es verdad que las comparaciones son odiosas e invitan a trasnochados aullidos localistas como los que emite algún alcalde. No es eso. Es tan sencillo como observar los números, los atascos, verificar las prioridades y actuar en consecuencia. Y, como el argumento prioritario hay que hincarlo con mucho esfuerzo, se necesitan las manos de las diferentes fuerzas sociales y grupos políticos de la ciudad para lograrlo blandiendo unánimemente el bastón de Martiño Noriega.

Entretanto, un incauto que decida acudir a la justicia social compostelana, por una reclamación a la Seguridad Social, ha de aguardar por el juicio hasta tres años. ¿Prioritario? Hombre, tampoco es un paciente con cáncer de próstata a un trienio vista de la operación.

lúa do vilar