Un rincón delicatesen en el mercado

CARLOS CRESPO JOSÉ LUIS VILANOVA

ARZÚA

MONICA IRAGO

11 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

No es, ni mucho menos, casualidad la coincidencia entre el nombre de esta sección y el eslógan que figura en las bolsas de la empresa y el que lucen también en sus camisetas Pablo, Eugenio y Fabián. «Bravo. Con mucho gusto», reza. Y es que si hablamos de exaltar la excelencia, de defender el producto propio de calidad y de inquietud y pasión por el trabajo, Bravo puede resultar un paradigma.

La familia Bravo lleva décadas dignificando una profesión y un, muchas veces injustamente denostado, escenario como son los mercados de pueblo. Bravo va ya por la tercera generación de vendedores ambulantes. Y son el mejor exponente de que cuando hay calidad -humana y profesional-, criterio, simpatía y humildad poco importa dónde la tengas que poner de manifiesto. El público lo reconoce.

La camioneta -perfectamente acondicionada para no romper la cadena de frío de los productos- es una suerte de delicatesen móvil que cada jornada se detiene en un puerto. Unos sencillos caballetes y una mesa bastan para exponer un surtido de quesos y embutidos que en muy pocos comercios convencionales podríamos encontrar.

«¿El secreto? El trabajo que hicieron nuestros padres y nuestros abuelos, que ahora nosotros tenemos la responsabilidad de defender», explican Eugenio y Pablo, herederos no solo del negocio sino de una forma de hacer las cosas basada en la búsqueda, en la selección de lo mejor de cada lugar y en el compromiso con los pequeños productores.

Efectivamente, fueron sus abuelos los que hace ya unos cuantos años recorrieron las tierras de Arzúa y de Sobrado dos Monxes para dar con queserías artesanas, muchas veces sencillas casas, en las que se elaboraba el auténtico queso del país a partir de leche cruda de vaca. Muchas de esos caseríos siguen aún hoy surtiendo a Bravo. «Todos los viernes vamos nosotros mismos a recogerlos porque esos quesos tenemos que tenerlos siempre muy frescos».

No faltan, por supuesto, en su camión los quesos de las cuatro denominaciones de origen gallegas, así como manchegos en todas sus tipologías, de cabra, de Cabrales o quesos italianos, daneses u holandeses.

Filosofía y respeto semejante al de los quesos profesa la familia Bravo en cuanto a los embutidos. Artesanos de Os Ancares les surten de incomparables chorizos y lomos. Pero uno también puede toparse bajo el toldo con ibéricos de Guijuelo o jamones de genuina pata negra.

La oferta se completa con una selección de exquisitos membrillos traídos de Puente Genil. Además de las presentaciones tradicionales, descubrimos también el membrillo con nueces o el que no lleva azúcar.

Y es que los hermanos Bravo entienden que el respeto que profresan a la tradición no está reñido con la actualización. Siempre con el muy exigente y siempre personal filtro de la calidad por delante. «Nos fijamos en lo que se vende por ahí, vamos a ferias de alimentación y si un productos nos convence lo incoporamos», cuentan.

Mañana a las siete estarán en pie para ir al mercado de Padrón. Impecables, siempre con la sonrisa dispuesta y la cariñosa broma. Orgullosos de lo heredado y de lo conseguido. Y no es para menos. Bien seguro.