La peatonalización veraniega transcurre sin estaciones

Xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

ABRALDES

16 jul 2017 . Actualizado a las 09:11 h.

Cualquier medida restrictiva inspira temor. Pone en guardia. Más aún si Raxoi pone a sus guardias. Cuando San Pedro quedó peatonalizada salieron buenos y malos humores de viviendas, negocios, entidades vecinales y conductores. El tiempo fue sepultando las diatribas de los detractores, como David la voz de la computadora Hal 9000, y hoy San Pedro es una vía en la que tardará en levantarse el empedrado. Es preferible, con todo, no adelantar acontecimientos, porque el colador de coches autorizados posee unos agujeros a menudo holgados. Todo se desajusta con el uso.

San Pedro se enfundó el traje peatonal con flecos el pasado año, con un verano por medio. Y el verano llegó también a Xoán XXIII. Muy torcidas tienen que darse las cosas para que el estío municipal se acabe en septiembre. Raxoi había aireado que la vocación peatonal de la rúa tendría que aflorar algún día, y ese día llegó. Pero compareció de forma abrupta. ¿Vocación tardía? Habrá que comprobarlo a la vuelta del verano, pero a ningún gobierno local le es fácil eliminar los coches de todo un Xoán XXIII sin riesgos y sin contar los moros de la costa. La medida estaba en el ADN de Duarte y en el programa de CA, que quiere los coches en la periferia.

Las reconvenciones del personal del entorno se convirtieron rápidamente en clamor, como en San Pedro, pero Hall acabará apagándose si en paralelo se extingue el hábito de rodar por Xoán XXIII. Es cambiar la fachada de San Francisco por la de Económicas. Puede que el encanto de los patos haga olvidar la mayor longitud del camino a los conductores, que dejarán de poner en riesgo a las personas para poner en peligro a las palmípedas.

No va a ser tan fácil asumir el nuevo rumbo vial. Algunos usuarios de la vía interrupta le han confesado al cronista que no les hace ni pizca de gracia el cambio. La verdad es que se olía de lejos, porque de lejos lo venía pregonando Jorge Duarte. Y con algo más de proximidad pregonó también conexiones vecinales en el entorno, las que había antaño, antes de que el Papa bueno le diese nombre al vial. Sería conveniente bautizar asimismo con mejor gusto los muros universitarios de Xoán XXIII, que hacen irreconocibles los 500 años de la institución de Fonseca.

Al principio, el disco de prohibido el tráfico en Xoán XXIII se lo saltaban a la torera despistados y cegatos con causa cuando los guardias dejaban sola la sinaléctica. Luego se estrechó el cerco y la libretita puede asomar en la pechera de los agentes.

Bomberos

El primer paso está dado, en bien de la comarca, para plantar un parque de bomberos mínimamente decente. Todos los municipios tienen mayoría de edad para volar más seguros y con dinero en el bolsillo con que pagarse el servicio. El viraje hacia el sentido común del Consorcio Provincial de Emerxencias ya es una noticia alentadora, tras las desalentadoras razones desperdigadas por los afectados al anunciar, jugando al escondite, el no rotundo al servicio contraincendios evaluado por los técnicos de Xan Duro. Este edil mantiene el empeño, después del cambio de rumbo hacia Santiago, de ofertar un parque comarcal útil para los contornos urbanos de la capital, y no solo para los Cospedriños rurales. Si alguien se mete en la pelliza de un buen político, el que busca el bienestar y la seguridad para sus administrados, no revolverá la calderilla en sus bolsillos, sino los billetes que conduzcan a la seguridad vecinal.

Pues sí, se está fraguando el nuevo parque comarcal en dependencias herculinas y parece que la fragua aún no alcanzó la temperatura correcta, a tenor del paso de los días sin fumata blanca. O negra, todo puede suceder. Montoro vuelve a asomar su morro legal y casino en el número de efectivos. En todo caso, si al cabo del miedo económico no triunfa el proyecto deseable y sale uno para los Cospedriños, siempre nos quedará Santiago haciendo de mangueras corazón.

Los concellos deben mecer en su cabeza la idea de un parque apropiado y eficiente. Hace falta tener altura de miras, aunque solo sea para divisar la cima de los edificios del Milladoiro.