Noriega conjugó al fin el verbo remodelar a dos años del horizonte

Xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

ABRALDES

El regidor ha aprovechado los cambios en su gobierno para invitar al PSOE y al BNG a sumarse al ejecutivo

25 jun 2017 . Actualizado a las 04:00 h.

Desde el primer minuto se percibió con claridad que el barco gobernante viajaba escorado, sorteando icebergs. A la hora de diseñar el equipo rector del Concello, Martiño Noriega desplazó un exceso de carga hacia unas delegaciones y aligeró otras. Creó, sin pretenderlo, concejales y superconcejales. Y marías, aunque ninguna de las áreas municipales debiera bautizarse así. La denominación la dan los presupuestos.

Cuando la cuerda de un cadalso político empezó a oscilar en torno a un superconcejal, los temores se adueñaron del pabellón de mando pese a la confianza de Compostela Aberta en la castidad municipal de Jorge Duarte. Pero confianza no es certeza, y Martiño Noriega hubo de aguardar pacientemente, para efectuar cambios, a una decisión judicial que podría implicar una remodelación de primer grado o una de tercer grado, que es la que ha aplicado.

El trasiego de competencias no es para tirar cohetes. Ofrece una sobriedad monástica y se centra en las áreas de Duarte, Novoneyra, Marta Lois y el propio Noriega. El primero pierde las obras entre pequeñas y medianas, que van a Peña, y conserva las grandes. Sería conveniente adquirir un medidor para diferenciarlas. Duarte fue el que estuvo más en la diana de la oposición, tras el alcalde. Le pasaron por delante como un péndulo a Montero Ríos.

Marta Lois pierde mercados y estrena tenencia de alcaldía, pero muchos auguran que no irá a celebrarlo a la pulpería de la nave 5.

Los alcaldes casi siempre se reservan algo para ellos, normalmente de sello institucional. Noriega colgó una mochila más pesada de competencias que la de sus antecesores y, claro, combaban su hombro de regidor. El alcalde aún es joven para andar arqueado como los personajes de Van Gogh: los asuntos de Raxoi requieren andar recto y es obligada la cesión de parcelas que distraigan energías de mando. Debió autorremodelarse antes.

Ajustes

El gobierno local estima que ha hecho un ajuste equilibrador. La oposición replica que ha sido un ajuste con almohadillas, casi imperceptible, y un ajuste de cuentas: el de la jefa de licencias. La opinión generalizada es que el caso Duarte le pasó factura a la funcionaria cesada y Paco Reyes apuntó que había resucitado el espíritu de Conde Roa.

Lo que sí ha reiterado Noriega es la invitación al PSOE y al BNG para compartir el menú de mando, de forma que traduzcan sus críticas en participación. A estas alturas de curso cualquier ente coaligado solo puede caber en los dulces sueños del poder renco.

Noriega puede darse con un canto en los dientes, y no romperlos porque le van hacer falta en lo que resta de mandato, si Cela le ofrece su respaldo hasta los comicios. El portavoz nacionalista apoyará previsiblemente sin excederse, por temor a acabar como su ascendente el mariscal bajo el filo del electorado.

¿Emprenderá de forma más eficaz el gobierno Noriega lo que queda de legislatura con los cambios pactados con sus ediles? Más que la pregunta del millón, lo que desean los compostelanos es la respuesta del millón, con mucha mejor calidad de mandato que en la primera fase, hasta el ecuador.

Hay más retos en la faldriquera y más inversiones programadas, con permiso del indolente Edusi, pero al cabo del año surgirá una liquidación presupuestaria que medirá la eficacia de la reestructuración del gobierno. Por el momento, caben los pareceres más o menos críticos, pero luego regirán las certezas de los números. En ellos, y en las políticas puestas a andar, se asentará el haber de Compostela Aberta, probablemente con mayor efecto que las piquetas dialécticas. Los golpes recibidos por el alcalde y su equipo en el primer tramo de la legislatura, bastante sonoros algunos, no infectaron las encuestas barométricas. Pero la ciudadanía empieza a medir las realidades tangibles.

Esa divina vía de agua que se advierte en los comedores escolares o el posible fracaso de la municipalización de la grúa, tras una porrada de meses trabajándola, sí que podrían supurar más que otras peripecias polémicas. Más que algún caso que hoy no nos okupa, y que tal vez esté aguardando en cualquier esquina. Porque van unos cuantos.