¿Quién está en el disparadero, el servicio de la ORA y la grúa o el equipo de gobierno? De las críticas aunadas de la oposición se desprende que lo estará Compostela Aberta. Con distintas voces, los grupos cantan a coro la misma pieza titulada: «No siga por ahí, señor alcalde».
La prudencia ha aterrizado en las arenas movedizas del proceso de municipalización y corre el riesgo de ser tragada. El tren no se ha detenido, sino que va directo a la estación saltándose, según la oposición, las agujas. Compostela Aberta segura de que las respetó. Lo sensato es esperar a ver si se produce o no el topetazo para averiguar quién tiene razón. El inicio del viaje fue una sentencia anulatoria de la adjudicación de la grúa a Setex-Aparki. Detrás estaba su contrincante Doal, que ganó el pleito y, hace poco, le preguntó al juez por lo suyo. La respuesta judicial es lo que mantiene en una tensa expectativa a todo el mundo, sobre todo a Compostela Aberta, porque lo que diga el magistrado le pondrá al derecho o al revés el proceso de municipalización.
Es sabido que desde hace unos años el Concello viene siendo gobernado a dúo por los juzgados y el gobierno local. En el proceso de gestión directa de la grúa y la ORA, el equipo gobernante engranó los pasos municipalizadores. Y la Justicia está enhebrando los considerandos del inminente fallo, palabreja que quizás nunca vaya a sonar tan real para el proceso municipalizador si es arrinconado en los archivos.
Seguramente la clave de este embrollo radica en un pequeño detalle: no haber acudido Raxoi al mismo juez para que le tradujese el significado de la sentencia anulatoria. Y es que el fallo quedó balanceándose en la duda. El secretario municipal abrió el camino, pero no se sabe si ese sendero surca de igual manera aquel contexto y el actual.
La espada
Martiño Noriega sospecha en su fuero interno, no en el público, que alguien le dio el soplo a Doal para que recurriese y metiese en un lío al Concello. Si ha sido así, el posible soplón puede que le haya causado un daño de perlas trufadas al consistorio. En todo caso, es más difícil hallar una prueba del chivatazo que un camello entre por el ojo de su aguja inyectable. Y a José Antonio Nieto no se le ha visto por aquí. Pero sí: que oscile una sentencia sobre Raxoi supone que penda sobre el futuro del servicio una espada de Damocles.
Unos bautizan esa tizona como «indemnización» y otros como «adiós a la municipalización». Y otros como «bienvenida la recuperación del servicio». Lo único cierto, y es obligado traer de nuevo a escena la cara del ínclito ministro de Hacienda sin catalogarla como de Adonis o de Picio, es que Montoro está cerrando ya la única vía por la que podía colarse la municipalización de la grúa y la ORA. Le faltan las últimas vueltas de la rosca legal.
Los dos postreros (postre indigesto para CA) informes de Intervención y Secretaría le han mudado el rostro a Compostela Aberta, pero no sus intenciones, atadas con una cláusula para disponer de una puerta abierta, aunque la oposición la ve cegada. Con ambos dictámenes, y alguno precedente, el «sí» a la municipalización se pone más complicado que nunca. ¿Qué ocurrirá el día 18? Ah!, ah!, ah!. El salón de plenos es ignífugo, pero hay mucho material inflamable en los escaños. Y las llamas pueden extenderse a la municipalización y convertirla en cenizas.
Compostela Aberta ha reunido un cúmulo de documentación para incorporar la gestión directa a través de Tussa, empresa que ahora podría quedarse compuesta y sin novio. O no, según los cálculos de gobierno, que puede ganar o perder la última oportunidad de hacer germinar su programa municipalizador. Si realmente el servicio recuperable es más eficiente, y se estrella, se lo pierde la ciudadanía.
Las espadas están en alto, una de ellas con la punta hacia abajo: la de Damocles. Es la que aterroriza al gobierno local. La baza para Compostela Aberta puede ser que Damocles realmente nunca existió.
A modo de epílogo a la crónica, ni que decir tiene que la conjunción astral para la municipalización en juego, y para las municipalizaciones, es fatal.