Ana y otros héroes del CHUS

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor ENTRE LÍNEAS

SANTIAGO

11 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo belonefobia. Es decir, un miedo irracional a las agujas. No a todas, no, solo a las que se van a clavar en mi cuerpo. Con un trastorno así, cada análisis de sangre es para mí un auténtico suplicio. Y una absoluta vergüenza, porque ya no tengo edad para estas tonterías, la verdad. Cargado con semejante lastre me presenté ayer en el Hospital Clínico de Santiago, el CHUS, para hacerme unas pruebas. Nada grave. Y eso es peor, porque cuando de verdad te pasa algo malo se olvidan muchas de estas idioteces y uno se deja pinchar las veces que haga falta. Tras una espera que se me hizo larga y corta a la vez, me senté en una silla frente a Ana, enfermera del laboratorio de Endocrinoloxía. Sin atreverme a mirarle a los ojos le expliqué lo tonto que soy y que si me pinchaba allí mismo me caería redondo y montaría el show. Ella no me hizo ni caso. Me miró, me dijo «tú pon el brazo ahí» y después me aseguró que a ella no se le mareaba nadie. Su seguridad -y los veinte años de experiencia, imagino- fueron balsámicos. Atacó la vena, me ordenó soltar el aire y por primera vez en toda mi vida aguanté erguido el envite. Puede que a muchos les parezca una tontería, pero para mí es toda una hazaña. Habría abrazado y besado a la enfermera Ana, pero me contuve. Ella no lo sabe, pero acaba de entrar por la puerta grande en el salón de la fama de mis héroes, del que ya forman parte algunos otros médicos y enfermeros de ese gran hospital que tenemos en Santiago que es el CHUS. Estos pequeños grandes héroes son los que de verdad nos hacen la vida mejor. Por eso es tan importante la sanidad pública y por eso hay que defenderla tanto.