Vida de perros

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

25 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La publicidad es el arte de colocarle al consumidor el producto anunciado. El éxito del proceso de seducción más explícito de nuestro tiempo, que ha ido evolucionando para responder a una multiplicidad de soportes cada vez más sofisticados, sigue estando en lograr la empatía con el destinatario. Es un reto colosal. Nada menos que conseguir atraer la atención de un tipo repatingado en el sofá con tendencia a activar el modo avión cuando un anuncio interrumpe su barrido por los canales del televisor o un banner lo asalta desde la pantalla de su tableta.

Estos días he vuelto a ponerme en la piel de ese tipo a cuenta de un spot del gigante norteamericano del comercio electrónico. Seguro que lo conocen. En el anuncio aparece un perro con una pata entablillada que no puede seguir el ritmo del resto de congéneres que pululan por el parque. El desarrollo argumental es tan obvio como efectivo. Al actor que encarna al dueño del can se le enciende la bombilla, echa mano de su smartphone y encarga la solución en el portal del anunciante. En la escena final el supuesto dueño pasea ufano al animal en un portabebés. Además de alegrarle el día a la mascota, el chaval da una lección de ingenio sin que se le mueva un pelo. Todo ello mientras suena de fondo la voz rota del inolvidable Lee Marvin interpretando Wandering star, de la película La leyenda de la ciudad sin nombre.

El anuncio pega de lleno en la tecla emocional. Uno no se pregunta después si un dron golpeará la ventana del vecino con un pedido de la compañía anunciante. Piensa en la nunca suficientemente reconocida labor del Refuxio y en las personas cuyas mascotas forman parte de sus vidas.