Ternero pasea por el Franco

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

11 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuentan las crónicas de entonces que dos tiros certeros de un viejo pistolón star del calibre nueve milímetros parabellum abatieron a un ternero en Fonseca. Sucedió en agosto de 1997. La res, que se había fugado del mercado de ganado de Salgueiriños, campaba a sus anchas, como un turista más, por el concurrido casco histórico, para sorpresa de vecinos y visitantes. Su periplo incluyó una fugaz incursión en el Franco. El becerro sacrificado por la Policía Local corrió peor suerte que una vaca que escapó del mismo recinto cinco meses después, y que fue capturada viva. Aquellas historias, pulidas por el virtuosismo narrativo con el que Xosé Manuel Cambeiro conquistó a una generación de periodistas, suenan ahora a batallas del abuelo que hoy serían improbables. Pero vienen a cuento del proceso de familiarización en el que estamos inmersos los compostelanos con los usos y costumbres de los jabalíes, de sus necesidades de sustento y de espacios tranquilos para la recría.

Los escasos 20 años que distancian el episodio macabro del ternero y las marchas por el campus de las manadas con sus jabatos retratan la evolución de la ciudad y del país entero. Lo del becerro se percibe como una anécdota remota, porque la ganadería sigue su conversión forzosa en oficio para el recuerdo. Amio no es lo que era Salgueiriños. Ni en reses ni en paisanaje. Es ese abandono del campo el que, en gran medida, acerca al jabalí a la urbe. Sin peligro aparente para los vecinos, ni para los animales, que en caso de necesidad hoy serían anestesiados, nunca abatidos. Al menos en eso, evolucionamos.