Atrapados en nuestro tiempo

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

28 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En el engolado discurso del politólogo, el cine rara vez merece atención como metáfora para reflexionar sobre lo que acontece en su objeto de análisis. En el improbable caso de que derrochara unos segundos de su valioso tiempo en meditar sobre ello, seguramente desecharía ese recurso por superficial. Y sin embargo pocas imágenes ilustran mejor la cotidianidad cainita que se ventila tras las siglas de los partidos que las que los Monty Python legaron para la posteridad. Igual que la saga de El Padrino viene a ser el Guernica de la cruda venganza de las grandes afrentas, La vida de Brian representa la síntesis redonda de los devaneos por el control interno de las fuerzas políticas. Ahí los tienen. El Frente Judaico Popular y el Frente Popular de Judea, dos caras de la misma moneda que no solo se anulan, sino que están dispuestas a lapidarse. Nadie ha contado la historia con tanto tino, ni desde luego con semejante gracia.

Pero de puertas afuera la política tiene otra cinta icónica en Atrapado en el tiempo, a la que el inefable Bill Murray presta su expresión de haber pasado la noche deglutiendo lana hervida. Como su personaje, cualquier ciudadano tiene la percepción de toparse cada mañana el mismo escenario de promesas engullidas por el desagüe. En Santiago, el AVE y su intermodal, los enlaces de la autopista con las zonas que realmente lo necesitan, la depuradora o la autovía a Lugo (la primera que se ha quedado vieja antes de su conclusión) integran esa realidad inconclusa a la que el compostelano despierta cada día. Y ese tiempo que vuelven a pedirnos también es política.