Autobuses

María González CON BISTURÍ

SANTIAGO

19 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras desaparecen las plazas de aparcamiento en Santiago para humanizar la ciudad, los vecinos que se han ido a concellos limítrofes por la carestía del suelo en Compostela van acumulando gotas de sudor frío cada vez que deben estacionar en la ciudad. Primero, planifican a dónde tienen que ir, cuál es la mejor opción para sortear los atascos de determinadas horas, en dónde pueden encontrar alguna plaza que no sea verde, azul o multicolor y, ya en última opción, sacando la hoja de cálculo para analizar qué párking de los que se reparten por la ciudad mermará menos su capacidad adquisitiva.

Y si en un momento de locura despilfarradora optan por el de la plaza Roxa, el Araguaney, el San Clemente o el de A Rosa, por mencionar algunos, irán al cajero casi con los ojos cerrados, introducirán la tarjeta de crédito o el billete, intentando no ver la dolorosa, con el fin de evitar pesadillas posteriores.

Con lo sencillo que sería sentarse y plantear un transporte metropolitano eficiente, con billetes que permitan el transbordo, con horarios razonables y que los fines de semana no obliguen a los vecinos de Milladoiro, por ejemplo, a llevarse el punto de cruz a la marquesina para acabar la bufanda del abuelo.

Una red de autobuses organizada y frecuente evitaría atascos, evitaría plazas de residentes copadas por no residentes, evitaría coches en paradas de autobús, zonas de carga y descarga, cabreos innecesarios y las quejas de los vecinos compostelanos, que ven como sus calles y su ciudad son tomadas literalmente por los que se han ido al extrarradio que, créanlo, estarían encantados de volver.