Juanjo Catela, el hijo de Valladares

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

álvaro ballesteros

El técnico del Santiago Fusal encauzó al jugador hacia «una vida más ordenada»

28 oct 2016 . Actualizado a las 19:01 h.

A Juanjo Catela (Cádiz, 1995) le cambió la vida cuando el Santiago Futsal lo reclutó para la causa. Lo reconoce él mismo. Y le atribuye gran parte del mérito al entrenador, Santi Valladares, que es el artífice de la transformación. El ala está feliz, a punto de estrenar internacionalidad. Y el técnico, más feliz todavía al ver que no le falló la intuición, que lo que parecía una apuesta de riesgo ahora cotiza lejos de cualquier duda. Catela lo resume todo en una frase: «Ahora tengo una vida más centrada».

Catela es hijo de futbolista. Su padre jugó en el Cádiz B en la etapa de Mágico González. Aunque pudiera parecer lo contrario, no cabe decir aquello de que «de casta la viene al galgo». «Era central puro, de dar pataditas», recuerda el ala, que rezuma talento y calidad con el balón. No acierta a saber de dónde le puede venir: «Salió solo».

Empezó en el fútbol once, pero no se veía progresando sobre el césped. Medio de casualidad, probó con un equipo de amigos en el fútbol sala, con apenas dieciséis años. En nada dio el salto a la selección andaluza y a la española sub 21. Sus habilidades, en el cuarenta por veinte, todavía brillaban más.

El Zaragoza le ofreció su primer contrato, con 17 años. Pero allí no acabó de encajar. «Solo me preocupaba por jugar», recuerda.

En el verano del 2015, el cierre argentino Lucas Bolo decidió en agosto que non se iba a incorporar al Santiago Futsal, salvo que lo obligasen, porque tenía contrato en vigor. Así dejó una plaza libre. Y a Valladares, que conocía de primera mano el potencial de Catela, le ofrecieron al jugador. Era como si en fútbol once se van Sergio Ramos o Piqué y te sugieren como alternativa un jugador del corte de Neymar. El entrenador no tuvo dudas, ni siquiera cuando le advirtieron de que en Zaragoza no era muy cuidadoso con el día a día. El talento siempre tiene hueco en la biblia de Valladares. Y, si no, se le hace.

Catela fichó por el Santiago Futsal porque se empeñó el entrenador. Y lo primero que le dijo cuando habló con él, en el despacho, es que le daban igual las páginas que hubiese podido escribir hasta la fecha, que lo que importaban eran las que estaban por trazar, y solo le pedía que cuidase la letra.

«Ahora tengo una vida más ordenada, presto más atención a los entrenamientos, voy más al gimnasio, cuido la dieta, no como entre horas. He madurado», resume. Al fin conoce el sabor del pescado y las verduras. Pesa siete kilos menos que cuando llegó. Y lo nota: «Tienes más velocidad, llegas antes, te cansas menos, es mucha la diferencia».

Cuidado del grupo

Él es el puntal del cambio, porque estaba en su mano dar el paso o dejarse llevar. Sin embargo, atribuye el mayor porcentaje de la transformación a Santi Valladares: «No es que sea fundamental, es el que ha hecho todo esto. Casi todo lo que tengo es gracias a él. Como entrenador ya se sabía que era bueno. Como persona es aún mejor. Aparte de ayudarte en lo táctico se preocupa por la persona. Pero no solo conmigo, es con todos».

Santi Valladares tiene a sus órdenes en el equipo a su primogénito, también llamado Santi Valladares. Pero cuando en el vestuario alguien le dice al entrenador «ahí viene tu hijo», todos saben que es por Catela, incluido el propio Valladares júnior. «Meu irmao», le dice el andaluz a este último en las redes.

En general, el gaditano está muy agradecido a todo el club y, particularmente, al vestuario: «Desde que llegué, es como una familia, nos apoyamos todos».

Parece que los consejos no están cayendo en saco roto. El ala se confiesa «orgulloso» por la llamada de la selección. E inmediatamente, añade: «Todavía no he hecho nada».