En las cloacas de Santiago

SANTIAGO

14 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es cierto que la empresa que gestiona el servicio municipal de Aguas, Viaqua, llevó a cabo hace solo quince días la revisión de los 647 kilómetros de alcantarillado que hay en Santiago. Se limpiaron los 21.501 pozos de registro y los 10.745 sumideros que tiene la red municipal. Es también verdad que el pasado miércoles llovió bastante y concentrado en poco tiempo. A las 18.30 horas cayó una tromba que duró diez minutos y que dejó en las calles del centro de la ciudad unos catorce litros de agua por metro cuadrado. De todos es conocido cuál fue el resultado. Otra vez calles inundadas, locales anegados y vecinos desesperados. Gracias al deportista compostelano Pedro Nimo -que lo subió a una red social- pudimos ver cómo él y otras personas tuvieron que remangarse mangas y pantalones para limpiar con sus propias manos los sumideros atascados de hojas y papeles y permitir así que el agua evacuase. Es evidente que algo falla en las cloacas de Santiago. Detectarlo y solucionarlo es responsabilidad del gobierno local. Para eso está al frente de Raxoi. El concejal de Medio Ambiente, Xan Duro, es seguramente el edil de Compostela Aberta que más trabaja, así que ese no será el problema. Pero escudarse en las verdades de que sí se limpió y que llovió mucho no ayudará a achicar el agua la próxima vez que las calles del Ensanche se tornen en canales venecianos y los bares del Franco tengan más agua que vino en sus bodegas.

Las inundaciones no son un problema de ahora. Eso también es verdad. Pero la política del y tú más puede valerle a los partidos en sus enfrentamientos dialécticos, pero no resuelven los problemas. La llamada nueva política, esa a la que dice pertenecer Compostela Aberta, debería evitar caer en ese tic tan asociado al caduco pasado. De quién o de qué es la culpa importa mucho menos que solucionarlo, porque es eso lo que demandan -y merecen- los ciudadanos. Una ciudad cuyas calles han visto pasar siglos y siglos es una delicia para la vista, pero una tortura para los que sufren unos servicios casi medievales. Las cloacas no se ven y dan pocos votos. De ahí el escaso interés que se les ha prestado. Además, abrir en canal el centro de Compostela no es tarea sencilla, porque en cada piedrecita hay historia y cultura. Todo esto es verdad. Tan verdad como que ya está bien. Si pese a llevar a cabo tareas de limpieza la ciudad se inunda a la primera que llueve un poco de más de la cuenta es que hay un problema. Y gordo. Porque otra cosa no, pero a lluviosa a Santiago no la gana nadie. Algo habrá que hacer. Algo más de lo que ya se ha estado haciendo hasta ahora. Porque lo que no es tolerable es que tengan que ser unos vecinos de a pie los que salgan al rescate cada vez que caen cinco gotas en lugar de cuatro.