Autopistas

Montse García Iglesias
Montse García AL TRASLUZ

SANTIAGO

25 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando uno elige viajar por una autopista lo hace pensando en seguridad y en ahorro de tiempo. De otra forma no se entendería dejar una suma importante de dinero en el peaje de turno. Pues, a veces, ni una cosa ni la otra. Primero, porque hay unas señales que te alertan de que puede haber animales salvajes sueltos. Así que la tranquilidad en la conducción ya te la quitan de inmediato, como sucede en la AP-53, que une Santiago con Ourense. Está claro que siempre puede haber imprevistos, pero avisarte ya de inicio de este riesgo es para pensar si te gastas los 5,95 euros que cuesta llegar hasta Lalín u optas por la N-525. El segundo motivo es que la reducción del tiempo tampoco está ni mucho menos garantizada. Está claro que las autopistas precisan obras, no solo para mantenerlas en buenas condiciones, sino también para mejorarlas, como sucede con la AP-9. Pero, si ya saben que hay trabajos que afectan a la circulación, ¿por qué no se reduce proporcionalmente el precio del tramo que los vehículos no pueden transitar por la vía en las condiciones en las que está pagando? Porque si esto fuera un día, pero llevan meses los trabajos obligando a circular por unos carriles de dimensiones reducidas y con unas características que ni por asomo son las de una vía de alta capacidad, cuando sí se cobra a precios de lujo. Y eso ya sin ponerte a pensar que puedes recorrer media España utilizando autovía y para ir hasta A Coruña tienes que desembolsar 6,30 euros si quieres hacerlo por una vía de alta capacidad. Hay vías alternativas, pero ¿cómo vamos a competir con otros territorios si nos lleva el doble de tiempo realizar el mismo trayecto?