«Si aparece el ego, la charla se chafa»

Juan María Capeáns Garrido
Juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Álvaro ballesteros

Promotor de los eventos TEDxGalicia de conferencias para la divulgación del conocimiento, Marcos Pérez organiza en julio en el Gaiás la séptima edición

27 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A Marcos Pérez le parece «más bonito» el haber escogido quedarse en Santiago que ser uno de esos pocos compostelanos «de toda la vida». Él eligió estar aquí, no le tocó. Llegó a los 18 años desde Pontevedra, y aunque ve a ambas ciudades manejables en lo urbano, la capital le permitió reinventarse y escribir su propia historia vital en un entorno de conocimiento. Fue el primero de su familia en pisar la universidad, y a pesar de que al acabar los estudios sintió la misma sensación decepcionante que viven muchos, convirtió ese entorno en su ecosistema.

Simplificando etiquetas, Marcos Pérez es economista. Autónomo. Experto en planificación estratégica y sostenibilidad. Pero en realidad, «hago cosas». En su blog explica que si alguien quiere saber más sobre su vida profesional e iniciar cualquier proyecto, él invita a un café, y con ese café delante se ratifica: «Trabajo con valores compartidos, ideas para cambiar el mundo y personas que actúan». Con esos pilares y la ayuda de algunos compañeros creó la Fundación Galicia Sustentable, que tenía unos principios semejantes a los de una organización sin ánimo de lucro llamada TED (Tecnología, Entretenimiento, Diseño) que crecía en Estados Unidos y cuyo objetivo es difundir por la Red los conocimientos que valen la pena.

Pérez coincidió en el 2006 en un seminario en Suiza con un canadiense que le habló por primera vez de una web que estaba colgando decenas de conferencias de gente brillante que tenía grandes ideas para inspirar a la humanidad. Y poco después estaba en Oxford en uno de esos eventos en los que se anunció por primera vez el proyecto de expansión mundial TEDx, que buscaba el mismo efecto que la idea original en Norteamérica pero a nivel local: «Su objetivo es que florezcan talentos más cercanos, siempre dando más importancia a las ideas que a las personas, lo que coincide con los retos de nuestra fundación». Este compostelano de nueva generación logró para Galicia la licencia número 200 del mundo, un permiso que le compromete a seguir la filosofía marcada por TED y a organizar eventos independientes en los que él no puede ganar ni un euro y los invitados tampoco cobran.

El sábado 16 de julio se celebra en el Gaiás el séptimo evento y, como ha ocurrido en los seis anteriores, las entradas están agotadas desde hace tiempo. «En realidad no es una entrada lo que pagan los asistentes. Financian la posibilidad de que esas charlas puedan ser grabadas con calidad y reproducidas posteriormente en la web gallega e internacional». Con sus eventos locales y globales, TED suma ya decenas de miles de charlas, casi siempre con subtítulos en varias lenguas, y algunas históricas como la del profesor británico Ken Robinson, la más vista del planeta, en la que sostiene que la escuela mata la creatividad de los niños. «El otro día estuve dando un curso con profesores y sorprendentemente muchos no la habían visto todavía, así que queda mucho trabajo de divulgación por delante».

TEDxGalicia sumará en dos semanas un centenar de conferenciantes en clave gallega. El resultado está visible en su web, pero Pérez sostiene que no es lo mismo ver los vídeos -casi siempre amenos, de unos veinte minutos- que verlo en directo. «Todo tiene un flujo distinto». No le cuesta recomendar algunas de las intervenciones más brillantes: «Xurxo Mariño hizo una exposición fantástica sobre neurociencia. Y Manolo Gago transmitió de forma increíble su pasión por la arqueología. O Iñaki Quenerapú, con el que te partes de risa escuchando cómo montó el desfile de las Tropas Imperiales en Santiago». Todos se caracterizan por su generosidad y su capacidad de adaptación a un público heterogéneo. «El problema es cuando el invitado piensa solo en el vídeo posterior: si aparece el ego, la charla se chafa».