La permanencia del Obradoiro es el premio a la confianza y a la química

M.G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

LOF

El Obradoiro nunca desfalleció en la lucha por aprobar su quinto curso en la ACB con su proyecto más atrevido

15 may 2016 . Actualizado a las 22:51 h.

El domingo será día de fiesta en Sar, pondrá el epílogo tranquilo y colorista a una temporada en la que el viento del temor y la preocupación sopló como hacía tiempo que no se dejaba sentir. De hecho, por vez primera en sus cinco campañas en la ACB el club acudió al mercado de fichajes sin que las lesiones lo obligasen. Y acertó, porque encontró el aplomo que necesitaba para certificar tres victorias que aseguran la permanencia, ganada a pulso, merecidamente.

Una vez más, el buen ambiente, la química del grupo, ha sido determinante. No hay más que ver la foto del final de partido en Andorra, con todos los jugadores haciendo piña y botando en la pista. Los quince, también los tres últimos en aterrizar, como si hubiesen empezado el curso. Porque llegaron tres, pero nunca se fue nadie.

Una vez más, el Obradoiro ha demostrado que es un club distinto, porque no es fácil aguantar una racha de dos partidos ganados en veinte jornadas sin perder la cordura, sin buscar soluciones mágicas, apurando al máximo a la hora de fichar para no poner en riesgo el presupuesto, sin gastarse el dinero que no había.

Una vez más la afición ha dado muestras de su talla, de su saber estar y del baloncesto que lleva dentro. Inevitablemente, hubo debates, pero nunca deserciones. Y cuando tocó remar en medio de la tormenta, las voces y las fuerzas se alinearon sin fisuras. Para el recuerdo queda ya el partido ante el Bilbao. Quienes estuvieron en la grada podrán contar que aquel día Sar ganó una batalla que probablemente haya valido una guerra. Porque el equipo dilapidó dieciséis puntos de renta en el último cuarto, se vio abocado a una cruel prórroga y la afición entendió que no era momento para lamentos ni reproches.

Como pez en el agua

Una vez más, el Obradoiro se ha movido como pez en el agua en el difícil arte de encontrar la salida más complicada. Porque viene a la memoria el reciente partido ante el Estudiantes, aquella derrota por un solo punto que por primera y única vez llevó al equipo a puestos de descenso. Con menos de dos segundos, Jaime Fernández marró un tiro libre. Y el colectivo de Moncho Fernández salvó el basketaverage. Si hubiese fallado los dos y el choque se hubiese ido a la prórroga?

Ha sido tanto el sufrimiento que ya casi queda en el olvido que esta es la temporada en la que el club organizó y disputó por vez primera en su historia, y con muy buena nota, la Copa del Rey. Confeccionó su proyecto más atrevido, con el plantel más joven, el de mayor número de debutantes en la Liga Endesa. Y lo ha llevado a puerto, sorteando más de un temporal.

Disfrutar ante el Málaga

La victoria en Andorra permitirá disfrutar del partido ante el Málaga con la satisfacción del deber cumplido. E invita a pensar ya, de inmediato, en el nuevo proyecto. Sobre todo, en fidelizar a esa afición que casi completó el aforo de Sar en los partidos ante el Murcia y el Bilbao, en conservar a los fijos y en ganar para la causa a quienes se sumaron puntualmente.

Y es tiempo de disfrutar del orgullo que supone mantenerse a flote en una de las competiciones más exigentes con un esfuerzo enorme de los abonados y los dirigentes para cuadrar un presupuesto modesto peleado euro a euro, y el de una plantilla que habrá estado mejor o peor pero que no ha dejado de creer y de trabajar con un norte bien definido. El Obradoiro es lo que es por su gente, en todos los estamentos. Así encara ya su sexto año en la élite.