Negro sobre blanco

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña CRÓNICA CIUDADANA

SANTIAGO

03 may 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

The book of Margery Kempe es un libro que narra las aventuras de la peregrina inglesa del mismo nombre, una mujer audaz e independiente que recorrió medio mundo y que llegó a Compostela en el año 1417. Margery era analfabeta, y si hoy en día sabemos de sus aventuras es porque alguien -se dice que fue ella misma, aunque lo más probable es que le dictase su vida a una tercera persona- recogió su curiosa biografía en un libro.

La historia de esta mujer que se adelantó a su tiempo es real, no como la de Mary, protagonista de la novela Del color de la leche, de Nell Leyshon, mejor libro del año 2015 según el gremio de libreros de Madrid. Mary, hija de unos granjeros de la Inglaterra rural, estaba predestinada a ser analfabeta toda la vida, pero fue a servir a la casa de un vicario y allí aprendió a leer y escribir, lo que le permitió, años más tarde, dejar sus reflexiones y peripecias para la posteridad.

De la interesante vida real de Margery y la no menos curiosa vida imaginaria de Mary sabemos gracias a los libros, gracias a esos grabados en negro sobre blanco que unas veces reposan sobre papel y otras sobre la pantalla de un ordenador, aunque también puede ser sobre una Piedra Rosetta, en las paredes de una cueva o en el interior de una pirámide.

Del color de la leche es una de las novedades editoriales presentes en la Feira do Libro de Santiago, en la Alameda, y uno también de los más remendados, pese a que el evento no destaque ni por la cantidad de los puestos ni por los alicientes para pasear por un recinto al que no invita el buen tiempo. Quizás las casetas de toda la vida al aire libre fuesen más oportunas; quizás un mayor apoyo institucional a un sector como el librero, que lo está pasando realmente mal, se hiciese necesario. Quizás... Pero en Raxoi decidieron que el modelo de las ferias literarias está agotado y que hay que reinventarlo.

Quizás sí, aunque a mí se me escapa tanto lo uno como lo otro. Es decir, hay ferias que siguen abarrotadas de lectores que compran, de libreros que venden y de escritores que firman ejemplares sin que nadie haya pensado que para hacer la cita más atractiva sea necesario bajar al principito en una nave espacial o colocar la foto de Fernández Castiñeiras junto a las reproducciones del Códice Calixtino.

Y más si se tiene en cuenta que, hoy en día, muchos libreros sobreviven únicamente gracias a las ferias ambulantes. Como en otros tiempos los vendedores de ungüentos, ¡vaya por Dios! Y eso sí que es preocupante. A mí no me quita el sueño si el modelo está o no agotado, lo que realmente me inquieta es lo que dijo José Segade, de la librería Encontros, a punto de cerrar su establecimiento en una ciudad universitaria que ya vio echar el cierre a históricos templos de la lectura. «La cultura es considerada un gasto innecesario», espetó sin anestesia.

Dijo gasto, no inversión. Y dijo bien.