Falleció Rafael Taboada, el mejor relaciones públicas de la iglesia coruñesa

Alberto Mahía, Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

SANTIAGO

Rafael Taboada en la Colegiata de A Coruña.
Rafael Taboada en la Colegiata de A Coruña. xosé castro

Hijo de un panadero de Melide, su vida giró en torno a la Colegiata de A Coruña, donde abrió el primer museo sacro de Galicia

17 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los bomberos de Santa Comba participaron en el dispositivo de emergencia que desplazó el 112 Galicia hasta la parroquia de Antes, en el Concello de Mazaricos, para atender el derribo de uno de los puentes sobre el río Maroñas. La Guardia Civil cortó el tráfico a pie y de vehículos en el viaducto.

«Afectuoso, simpático, inteligentísimo, un gran relaciones públicas, con un don de gentes único y tremendamente inquieto». Así definía José María Fuciños, abad de la Colegiata de A Coruña, la figura humana del sacerdote Rafael Taboada Vázquez, fallecido ayer. El funeral tendrá lugar hoy, a las 17 horas, en la iglesia de Santa María de Oleiros, en cuyo cementerio parroquial será enterrado.

Había llegado a la Colegiata en 1956 y fue su abad desde 1980, cuando sustituyó a Santiago Fernández, hasta el 2010, cuando se jubiló. «Le he dedicado mucho esfuerzo a la Colegiata, que se encontraba en un estado lamentable y ahora está magnífica», decía en 1999 al cumplir sus bodas de oro sacerdotales. Y es que Rafael Taboada, nacido en Melide, hijo de un panadero con familia numerosa, fue ordenado sacerdote en dicha villa en 1949, a los 23 años, por el cardenal Quiroga Palacios. Tan joven era que tuvo que pedir una dispensa a la Santa Sede.

Taboada había estudiado en el seminario de Mondoñedo y se doctoró en Derecho Canónico en la Universidad de Comillas. Su primer destino fue la parroquia de Santa María de Neda, donde era coadjutor. Allí recuerdan una anécdota: «Le dejaron en la iglesia tres muertos, que al parecer eran maquis, tirados encima de un carro de vacas; él hizo las gestiones para que fueran enterrados en ataúdes y parece que eso le costó una buena reprimenda de las autoridades». Luego sería párroco de Serantes y Miño, desde donde llegaría a la Colegiata.

En poco tiempo se convirtió en un referente en la vida social y religiosa de A Coruña, bautizando, casando, enterrando y bendiciendo locales. Era el capellán del Deportivo y, cuando había toros, de los toreros, del Colegio de Procuradores, y fue profesor en varios centros, escritor y articulista en este diario. Puso en marcha en la Colegiata el Museo de Arte Sacro, el primero de Galicia, y recibió, entre otras distinciones la Cruz de San Raimundo de Peñafort. En sus bodas de oro sacerdotales reconocía haber dado su vida por la religión y la ciudad: «Sí, pero lo he hecho con alegría, devolviéndole a la gente solo un poco de lo que ellos me dan».