Elaborar leyes para distraerse un poco

X. M. Cambeiro CRÓNICA

SANTIAGO

02 feb 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

Una sociedad a la que le da igual que deforesten una zona protegida o eliminen a un gato para probar los efectos de un veneno es un colectivo humano que está perdiendo el aceite de la sensibilidad y, a lo mejor, no se entera de que otros resbalan en el líquido insolidario. Minucias, suele ser la respuesta cuando algo así sale a las páginas. Nadie se apercibe de que detrás de un acto de este tipo hay una legislación punitiva. No púnica, que esa es la ley de los cartagineses (Granados, Marjaliza...). Y las normativas no se elaboran para ser papel mojado. Para qué le hemos pagado a unos funcionarios el trabajo de redactarlas si luego entrenamos el salto olímpico con ellas. Que las haga un leguleyo.

Si uno siente deseos un día de gastar los zapatos por el Camiño Portugués, entre los alicientes que relajan su sudoroso tránsito están las zonas de vegetación y arbolado noble. Si el hacha no es selectiva la Ruta Xacobea queda desnuda de un patrimonio que alienta al caminante. Y ese patrimonio está amparado de forma nítida por una ley de protección del Camino, esa ruta que ha hecho histórico y universal a este pedazo de planeta. Y será más universal y civilizado cuando empiece a valorarse. Caminar por Ponte Vella, el escenario del hacha destructora, suscita impotencia y humillación. Impotente y humillado ha visto este redactor a algún vecino que arrojaba llamas por los ojos. Y no precisamente de esas que queman los bosques sino que incendian la conciencia ciudadana. ¿Normativas de protección? Sí, déjelas ahí en esa estantería por si un día hay que echar mano interesadamente de ellas.

La alusión, en el primer párrafo, al gato envenenado junto a la tala arbórea no es fruto del azar. Ayer mismo la policía local localizó a un felino en Fontiñas con las entrañas destrozadas por una sustancia tóxica. Bah, una chorrada. Y si lo calificamos de chorrada es porque la ley avala el término al no concederle en la práctica ninguna importancia ni aplicación. Hay bichos quemados vivos, ahogados, tiroteados o destripados a pedradas que ningún autor suscribe y que resbalan de cualquier diligencia o pesquisa. Es un delito penado con cárcel, pero que se sepa en Teixeiro no hay ningún asesino de animales. Porque son acciones que quedan reducidas a la condición de anécdotas.

Esos casos, y la poca compasión que suscitan, delatan una conciencia social como mínimo floja. Los escrúpulos, para el que los trabaje. Y el que robe el peculio público merece la mayoría absoluta. No pasa nada, despojemos de ética la vida social y política y acabaremos como en muchos países sudamericanos metiendo diez euros cotidianamente en el bolsillo del guardia o el funcionario. Qué más da, si hemos logrado nuestro objetivo. O haciendo tonterías de mayor calado.