Las líneas rojas de Martiño Noriega

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

05 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Primer asalto entre Compostela Aberta y la oposición en el Concello. Lo que pueda pasar mañana en la Xunta de Portavoces y acto seguido en el pleno, después de varias reuniones de mucho diálogo pero ningún acuerdo sobre el número y reparto de dedicaciones exclusivas y de personal asesor de cada grupo político, va a marcar el tono de lo que puede ser el actual mandato sin mayoría absoluta, obligados los partidos con presencia en Raxoi a ponerse de acuerdo sobre los temas esenciales para la ciudad. Y eso es bueno, siempre y cuando haya voluntad real de pacto y no de torpedear las iniciativas. Pero exige flexibilidad y pragmatismo, ceder en parte para ganar en conjunto, que es lo que esperan los ciudadanos. Por eso chirría ese tan manido término de las líneas rojas que no se pueden superar. ¿Qué líneas rojas? ¿Las de qué programa electoral si ninguno ha obtenido el respaldo de una mayoría absoluta de los compostelanos?

Martiño Noriega, siguendo el mandato de Compostela Aberta, trata de reducir los costes de la corporación, pero eso no puede ir en detrimento de la capacidad del gobierno y de la oposición para desempeñar su labor. Ahora que hay un grupo político más en Raxoi, las cosas se complican, pero no tanto. Un ejemplo: con el tope que quiere CA de 36.000 euros netos para los ediles se ahorran 70.000 euros al año respecto al último ejercicio del anterior mandato. Ahorrar ese importe no va a salvar de ningún apuro a las arcas municipales, será un gesto y poco más. ¿No será un dinero bien invertido en dedicaciones exclusivas si estas se ejercen correctamente y los grupos, en un ejercicio de transparencia, rinden cuentas a los vecinos?

El PSOE está en una posición inmejorable para ejercer su influencia sobre el gobierno, a sabiendas de que su apoyo puntual es el único que puede darle aire a Noriega, pero lo va a vender caro. Y el alcalde deberá acostumbrarse a mover sus líneas rojas, porque de lo contrario va a encontrarse con un muro infranqueable, más todavía si quiere cumplir otro de sus compromisos supuesamente firmes: convertir el pleno en el motor decisorio del Concello.

Diálogo, flexibilidad y búsqueda de consenso. No cabe otra opción. Por ahí debería haber empezado también el alcalde de todos los compostelanos para negociar su línea roja de la laicidad en la ofrenda del 25 de julio, un asunto que no se resuelve telegrafiándole al rey un mensaje, sino consensuando con todas las instituciones una necesaria relectura del evento.