La crisis regala un museo a Teo

Patricia Calveiro Iglesias
p. CALVEIRO TEO / LA VOZ

SANTIAGO

El estallido de la burbuja inmobiliaria motivó a un constructor a transformar su tienda en una galería de arte en la que ya exhibe 130 obras realizadas por él

18 ago 2014 . Actualizado a las 13:51 h.

La crisis tiene pocas caras amables pero, en contadas ocasiones, surge a orillas del pantano económico un claro de luz. El ejemplo está en Teo. En el alto do Montouto. Allí es donde un constructor, motivado por el estallido de la burbuja inmobiliaria, acabó creando un pequeño oasis de esculturas que han transformado su local en un singular museo capaz de atraer a decenas de visitas cada semana.

José Manuel López Toirán se embarcó en el sector de la construcción con tan solo 23 años. El sarriano, que ya cuenta 54 primaveras, se afincó en Teo para desarrollar su actividad empresarial justo cuando comenzó el derrumbe del mercado. Lejos de cerrar las puertas del negocio, fue convirtiendo la tienda de exposición de sanitarios, pavimento y revestimientos en una galería artística hasta atesorar 130 creaciones que él mismo hace en madera, piedra y hormigón. Tres elementos que lo identifican y que conectan su infancia en los montes de Sarria, su profesión y su pasión por el arte.

«Yo siempre tuve mucha afinidad por las artes, pero no empecé a hacer esculturas hasta que me vine a Teo [hace 7 años]», explica José Manuel. La primera de ellas salió de un árbol que se encontró en el jardín del local, donde hace años el restaurante Don Pepe acogía las bodas de toda la contorna. De aquel tronco salió un tótem africano. «Por mi trabajo estuve viajando durante cinco años a África para desarrollar allí obras, concretamente en Marruecos, y en el momento en el que conoces ese continente el mundo y el concepto de la vida cambian», asegura el empresario, que ahora centra sus negocios entre una inmobiliaria y la realización de obras y reformas.

José Manuel desarrolla su faceta artística únicamente durante los fines de semana. Los exprime al máximo en el almacén posterior de Teo Mat Design que alberga los materiales de construcción, reconvertido en su particular taller. Hasta la propia fachada de la nave rezuma arte, después de que un grafitero compostelano le diera vida con una composición simbólica en la que integra un polígono industrial con un paisaje boscoso.

Trabaja con solo dos herramientas: una motosierra y una pequeña máquina de amolar con un aplique para pulir. Suple su falta de estudios artísticos con grandes dosis de imaginación y maña. «Me crie en una aldea y los de la aldea sabemos hacer de todo», dice con orgullo. Dedicación tampoco le falta. Es tal, que en ocasiones se olvida hasta de comer y sus mayores piezas (algunas pesan hasta 4.000 kilos) no le llevan más de dos o tres días de trabajo.

José Manuel proyecta hacer una exposición la próxima primavera, en la que calcula reunir 300 obras y para la que ya ha pensado hasta el título. Se llamará El imperio de los sentidos, «porque yo dejo que se toquen las esculturas, que se sientan y que se huelan», explica al tiempo que acaricia las entrañas de un alcornoque y se recrea en su aroma.

Entre sus creaciones cuenta con un pequeño bosque de castaños y otro de robles -«árboles centenarios y siempre secos», puntualiza-, que devuelve a la vida añadiéndoles una copa «con personalidad», cada una distinta. Las maderas de árboles autóctonos de Galicia componen la segunda de sus series. El constructor se dedica a buscar «el alma» de cada tronco para mostrarla al mundo y así crea, por ejemplo, una medusa de la cabeza de un ciprés. Aunque se declina por la abstracción y por piezas cada vez más grandes, en alguna ocasión la propia hechura de la talla acabó convirtiéndose en la testa de un tigre o de un bóxer de gran realismo. Y el color se desata en pinturas con acrílicos y morteros sobre madera o en guiños al arte africano que contrastan con el frío hormigón que trabaja con destreza en su última colección escultórica.

Hasta la exposición no está dispuesto a vender ninguna, a pesar de que ya hubo quien le ofreció pagar cuanto él pidiera, pero ni con esas. José Manuel seguirá rescatando alcornoques de convertirse en leña, bases de carros antiguos o piedras calizas condenadas a pasar a la historia sin pena ni gloria en su museo, siempre abierto a vecinos y curiosos.