Inseguridad entre los vecinos en el primer día de tráfico en San Pedro

m. segade / m. mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

La ausencia de desnivel entre la acera y la calzada hace desconfiar al barrio

12 ago 2014 . Actualizado a las 12:07 h.

Para el poco tráfico que circuló ayer por la rúa San Pedro fue una mañana «movidita». El acceso se reabrió a todos los vehículos tras más de un año en obras. En general, todos los comerciantes percibieron poca actividad, nada que se aleje de la normalidad de agosto. «La gente está de vacaciones», comentan en el bar Prósperos. «Creo que hubo mucha desinformación y la gente todavía no sabe que ya pueden pasar los coches», considera Raquel, del comercio Sareliña. Pero por los encontronazos que ha causado la nueva organización de la rúa, parece que habrá que esperar unos días a que vehículos y peatones recuerden cómo compatibilizaban sus rutinas.

El primero lo protagonizaron dos proveedores que aparcaron en la Porta do Camiño a las diez. «¿Quen foi o gracioso que puxo aquí un pivote?», decía uno. «Ai, a min que non me toleen que pronto o saco do medio», contestaba el otro transportista. Los encargados del suministro a los locales de la rúa creen que no se les consideró en la planificación de la obra. Ellos comparten el espacio reservado para su labor con la primera parada de autobús en San Pedro. Uno de ellos retrasó unos segundos el paso del C6 debido a la estrechez de la vía. «Acabarán alargando la parada», comenta un vecino.

Aprovechando la distancia entre los bolardos, que una vecina opina que «ni hecha aposta», algunos coches se toman la licencia de aparcar para algún pequeño recado. Uno de ellos inmovilizó ayer a un autobús. «O primer día e xa con estas caralladas», se quejaba el autobusero. Y al sumarle el paso distendido de peregrinos por el medio de la calle, bicicletas que bajan sin respetar la señal que las prohíbe, y de conductores que prácticamente meten tripa para caber por la vía, los vecinos se sienten inseguros. «Estamos haciendo porras para ver cual es el primer accidentado», comenta Bea, de Viste os Soños. Antonio, de San Clodio, seguramente participaría en esa apuesta. «Ao inxeñeiro que a fixo había que darlle unha medalla», dice el hostelero, que considera que la gente camina ahora con miedo y que los buses «montan na beirarrúa, o que é un perigo».

«Yo no soy de aquí, pero los bolardos de abajo son un engaño para los vecinos». Cuma, el dueño del kebab Newroz, cree que la rúa tras la obra responde más a una calle peatonal que de vehículos, y como tal debería quedar.

Los bolardos de la discordia

Los bolardos son el elemento más criticado por los viandantes. Desde el número 47 se pasan de los tradicionales de hierro a unos atornillados de plástico. «Iso é para que cando batan os coches, que han bater, non lle multen ao Concello», comenta Merche, de Madeixas. Ana, una vecina, dice sentirse al verlos «en una cárcel» y augura más obras en la calle pronto. «Hoy hay poco movimiento porque es el primer día, pero cuando llegue septiembre y los padres vuelvan de dejar a los niños en el cole esperemos que no haya que lamentar nada», comenta su amiga Anabel.

También hay defensores de la calle. José está contento con el resultado y dice que «tuvieron la pillería de estrecharla para controlar la velocidad. Es un tramo de la carretera de Lugo y la han dejado como la tenían que dejar. La Xunta y los vecinos no tienen que decir nada». Nuria confía en las medidas de protección y dice que «hace 25 años venían de los dos sentidos y cabíamos todos». Ahora hay que esperar para saber si los temores estaban mejor cimentados que San Pedro.