Reyes, políticos, turistas y cabezudos

x.r. santiago / la voz

SANTIAGO

Álvaro Ballesteros

Las rúas vivieron un ambiente de bullicio acentuado por las manifestaciones

28 jul 2014 . Actualizado a las 14:28 h.

Ayer y anteayer las colas pusieron a prueba la paciencia de los ciudadanos. Uno caminó a menudo sorteando filas de personas que han gastado parte de su tiempo en entrar en la Catedral, en la Oficina del Peregrino y en la plaza del Obradoiro. Cuando la ceremonia de la ofrenda al Apóstol estaba en sus inicios, con los curas saliendo de la sacristía, centenares de almas configuraban una cola hasta el café Airas Nunes.

Los entrantes en la plaza do Obradoiro también tuvieron que pagar su peaje de acceso aguardando bastantes minutos. La policía registraba bolsos, bolsas y cualquier otro recipiente, a la vez que impedía el paso a los mochileros. Aún así, accediendo uno a uno, la plaza alcanzó su cénit de afluencia hacia las doce del mediodía, cuando más de dos mil personas se arremolinaron en torno al centro para ver caminar a los reyes Felipe VI y Letizia desde la Catedral al pazo de Raxoi.

Su salida de la basílica fue un estruendo en el recinto, en donde no pocas personas se enteraron un poco antes de que los monarcas estaban en la ofrenda. Felipe VI estrechó infinidad de manos en uno de los laterales del pasillo, mientras en el otro lo hacía Letizia. Alguien de esta banda gritó «Felipe, ven también por aquí». El Rey se dio media vuelta: «Ya iré, ya iré». Y sí recorrería luego la otra orilla humana, mientras su esposa (el piropo de «guapa, guapa» caía sobre ella a chorros) hacía lo propio con la de enfrente. Fue un baño de masas en donde, a diferencia de su padre, el monarca era denominado de forma familiar por Felipe.

Les precedió una larga fila de autoridades e invitados a la ofrenda, y por un momento uno evocó la ceremonia del 2012, en la cual Núñez Feijoo y Ana Pastor departían amigablemente. Ayer ambos parecían continuar la charla de hace dos años. Cerca, Romay Beccaría reía a carcajadas con un mando militar.

No se reían tanto, al contrario, los pacientes peregrinos que aguardaban la compostela tras centenares de kilómetros a la espalda. La Rúa do Vilar es un hervidero de personas, pero un simple desplazamiento por la travesía de A Raíña convertía el hervidero en un hacinamiento humano. La rúa do Franco no cabía en sí de gozo turístico, pero su desembocadura en la Porta Faxeira era un estallido de terrazas repletas, gentío, voces, banderas y pancartas.

Y de puestos políticos. Algunos aparentemente extraños, como la Loja Sueva. «O reino suevo xa está documentado nun texto da Catedral de Lugo», dice Sabela, que junto a Paulo vende camisetas y barajas suevas. «Compra moita xente, estamos moi sorprendidos», señala.

Antes de hacerlo Nós-UP media hora después, el BNG inicia su ruar político, antes de sumergirse en el festivo tras el mitin de A Quintana. ¿Más o menos gente que en el 2012? «Non che sei. A min sempre me parece que hai a mesma xente dende hai vinte anos», dice una ex concejala nacionalista de Santiago. En la entrada de A Quintana, fuera del campo de visión y del fervor de los discursos, Xosé charlaba con unos amigos. ¿Y los mítines? «Eu á misa non vou», responde.

Curiosamente, el mundo al revés, el triunfador electoral Anova mantenía una reunión de tono más familiar en la Porta do Camiño, previa a un disfrute campestre en el parque de Belvís.

El bullicio no decrece ni mucho menos a la hora del yantar. Hay caras de regocijo, pero también alguna melancólica, como la de Fernando Vázquez bajando pegado a su móvil por la Conga.

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