Teresita, el milagro de Angrois

SANTIAGO

El jueves se cumplirá un año del accidente del Alvia en Santiago. Los que vivieron la tragedia hacen balance

20 jul 2014 . Actualizado a las 12:37 h.

Robert observa los raíles desde lo alto del puente que cruza la vía en Angrois. Hace 358 días salió de ese lugar agarrando la mano de su mujer herida. No había vuelto desde entonces. Mira a un lado y a otro. Y las lágrimas le inundan los ojos. Porque ha podido regresar. Su esposa, la víctima número 79, no. Avanza hacia la vía y no reconoce Angrois: «La valla está llena de recuerdos, flores, peluches, cartas... Han puesto plantas, el cruceiro no estaba...».

Muy cerca del que en su día fue el campo de la fiesta, donde aterrizó uno de los vagones, Abel recuerda el último año como una época llena de vivencias. Aquella noche este vecino de Angrois se dejó la piel rescatando heridos: «La verdad es que me gustaría saber cómo están, poder hablar un poco y mantener el vínculo». Y justo después de expresar su deseo Robert se cruza en su camino. No hay palabras. Basta un abrazo emocionado. Y ambos se retiran a hablar a un banco. La charla la interrumpe el paso del tren. Sus ojos se vuelven hacia la vía y se callan. Y cuando el último vagón entra en el túnel Robert vuelve a girarse hacia Abel y dice: «Tú eres mi héroe». Luego se despiden y Robert observa de nuevo las vías. Mira al lugar en el que hace 358 días lloró como un niño porque no lograba encontrar a su esposa.

Otra de las víctimas, Yessica recuerda aquella imagen. Le ha quedado grabada como muchas otras. Como las que vieron los que estuvieron allí. «La cicatriz es grande, cuesta mucho olvidar», dice el sargento de bomberos Jesús Martínez.

Yasmin viajaba en el tren con su marido Daniel, su hijo y su pequeña Teresita, que tenía poco más de un mes. Cuando el ferrocarril descarriló solo pensó en proteger a su pequeña. La abrazó, la cubrió con su cuerpo y la salvó. La pequeña tiene ahora trece meses. Anda y sonríe. Es el pequeño ángel de Angrois. Robert también la recuerda.

Un milagro en medio de la tragedia

Representan el milagro en medio de la tragedia. Daniel, Yessica y sus hijos Teresita y Carlos sobrevivieron. «Ojalá todo el mundo estuviera vivo. De haber activado la seguridad necesaria todos vivirían», dicen. Un año después las secuelas psicológicas son grandes. «Parece que todo fue ayer», relata ella. Desde que ocurrió todo, Daniel solo ha tenido un trabajo temporal que acaba en unos días. Pensar en eso no ayuda a la recuperación. Y recuerdan que toda la culpa no se puede cargar a una persona. «Los que fueron avisados del peligro y no hicieron nada también lo son».

«La procesión va por dentro»

El sargento Jesús Martínez vio la vía y pensó que estaba dentro de una película. A él y a todos sus compañeros del cuerpo de bomberos de Santiago lo que ocurrió el 24 de julio del 2013 les ha marcado. «Elegimos este trabajo y sabes lo que puedes encontrar, pero hay días en los que vienen a la cabeza recuerdos... No quieres preocupar a la familia y hablar con compañeros o hacer deporte ayuda a llevarlo».

Las heridas de Angrois

Media docena de costillas rotas, dos neumotórax, líquido en los dos pulmones, fractura de tibia y peroné, un golpe en la parte baja de la rodilla, tres hernias como consecuencia de los golpes... No pintaba bien el diagnóstico de Lidia, pero luchó y un año después se ve mucho mejor. Todavía le asusta el ruido de los trenes y, a veces, le caen las lágrimas cuando lo ve pasar. Agradece la atención recibida en el rescate, en el hospital... Está de acuerdo en que hay que investigar, depurar responsabilidades sobre lo que pasó, pero también explica que no hay que olvidar la parte humana: «Tengo la suerte de que mi familia ha estado ahí en todo momento, he vuelto a vivir a casa de mis padres porque hubo momentos en los que no podía hacer nada sola, pero hay personas que no tienen a nadie y precisan ayuda». Para ella acordarse de ellos resulta importante.

El valor de la ayuda

Abel Rivas representa el esfuerzo, el coraje y la valentía de los vecinos de Angrois que hace un año fueron los primeros en saltar a las vías para rescatar a los viajeros atrapados en el tren. Muchos les deben la vida.

Una noche dura en el hospital

Para Julián Álvarez, encargado de organizar un poco la atención aquella noche, lo peor fue la incertidumbre de no saber el alcance de la catástrofe y si los medios que había bastarían para prestar ayuda.