Nueve jóvenes con daño cerebral aprenden a vivir otra vez en un piso

joel gómez SANTIAGO / LA VOZ

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José Balboa (derecha) enseña cocina, una de las actividades para independizarse mejor.
José Balboa (derecha) enseña cocina, una de las actividades para independizarse mejor. sandra alonso< / span>

Sarela promueve un programa para ayudarles a construir un futuro

09 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

José Antonio, un fontanero que trabajaba como autónomo, casado y con dos hijos de 11 y 4 años, sufrió en agosto del 2012 daño cerebral grave a causa de un ataque cardíaco mientras jugaba al fútbol. Él es una de las nueve personas con este problema de salud, con edades entre 25 y 36 años, que participan desde octubre en el programa Construíndo futuro, de la asociación de daño cerebral Sarela, para que recuperen la máxima autonomía y se integren social y, si es posible, también laboralmente.

Los nueve acuden a un piso de Fontiñas. Allí les enseñan actividades necesarias para vivir solos. Las últimas semanas el empresario hostelero José Balboa les imparte un curso básico de cocina. También aprenden a organizarse en el hogar, gestionar su dinero, y otras cuestiones que antes sabían, dificultadas por el deterioro del daño cerebral.

José Antonio quiso hacer en su casa una instalación de fontanería, que antes del ataque cerebral era habitual y fácil para él, pero no pudo: «esquecín moito, agora sinto moita limitación para a profesión, terei que buscar outra cousa», afirma.

Ana Ruiz, terapeuta de Sarela, explica que tanto estas nueve personas como sus familias tienen especial inquietud por su futuro: «todos han superado con éxito programas de rehabilitación, que ya no son suficientes para su situación; ahora deben integrarse en la vida real de nuevo, y quienes tienen mayores secuelas de discapacidad tienen que adaptarse y buscar alternativas. Para eso hay que ofrecerles los apoyos que necesitan», explica.

El cambio repentino en la vida de estos jóvenes «demuestra que la discapacidad no es un problema personal, sino social. Por eso no solo se trata de construir futuro para ellos, sino para la sociedad, que debe pensar en tener recursos para afrontar estas situaciones», agrega Ana. Son nueve historia diferentes. Alguno ha vuelto a trabajar, o a conducir; a ejercer como voluntario en el banco de alimentos; a practicar deportes como fútbol o golf; y la mayoría están en proceso de búsqueda de empleo. Carlos, 29 años, afectado desde los 21, dice que ahora tiene «todo el tiempo ocupado». Antes se formó para varias profesiones, entre ellas guardia de seguridad, que ahora no podrá ejercer; pero busca otras opciones.