Evangelizar a los pobres, primer objetivo del nuevo obispo auxiliar

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

El sacerdote leonés de 58 años fue arropado por su familia, que no pudo contener el llanto, sacerdotes y numerosos fieles de las diócesis de Santiago y León.
El sacerdote leonés de 58 años fue arropado por su familia, que no pudo contener el llanto, sacerdotes y numerosos fieles de las diócesis de Santiago y León. Sandra Alonso< / span>

Julián Barrio celebró el rito de ordenación de Jesús Fernández González

09 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Las campanas de la Catedral sacudieron las gotas matinales para anunciar la ordenación de un nuevo obispo auxiliar en Compostela, tras doce años sin esta figura en la ciudad. En un santuario abarrotado por el clero, fieles y autoridades hizo acto de presencia el elegido, Jesús Fernández González, con semblante serio. Llegó escoltado por una veintena de prelados llegados de distintos puntos del territorio nacional, el arzobispo titular Julián Barrio Barrio y el nuncio Renzo Fratini, en representación del sumo pontífice, encargados de celebrar la ceremonia.

El sacerdote leonés de 58 años, que hasta ahora desempeñaba el cargo de vicario general de su diócesis natal, asumió la mitra episcopal marcándose como primer objetivo la evangelización de los pobres y los necesitados, que «eran los preferidos del Señor y esperan también mi predilección». Una labor pastoral que eligió también como el lema que figurará en su escudo episcopal, «Evangelizare pauperibus» (evangelizar a los pobres), junto a un símbolo de su diócesis de procedencia. Para «no desfallecer en la tarea» se encomendó al Apóstol Santiago y a San Francisco de Asís, «peregrino en este lugar hace 800 años».

Fue un acto solemne según la liturgia de ordenación católica y la emoción pudo palparse por primera ocasión en la cara del nuevo obispo auxiliar ya culminada la parte más simbólica del ritual, en la que recibió la unción, la imposición de la mitra y la entrega del báculo por parte del arzobispo compostelano.

Este hizo hincapié en la necesidad de «alentar la esperanza» en una comunidad en la que «no faltan dificultades, dentro y fuera» de ella, y de un servicio «en vigilancia y fidelidad, sin cálculos ni condescendencias con uno mismo».

La Catedral estalló en aplausos y vítores en el recorrido final que hizo Jesús Fernández por las distintas naves del santuario mientras bendecía a los asistentes al acto. Unos aplausos que sirvieron de interludio al auxiliar en la única anécdota de una ceremonia impoluta que duró más de dos horas, cuando tuvo que interrumpir su discurso al traspapelar uno de los folios de su alocución final.

«No nos olvidemos nunca de los pobres y necesitados, y no nos avergonzaremos al estrechar sus manos»

Jesús Fernández González