El día que la tele llegó para quedarse

Nacho Mirás Fole

SANTIAGO

El escaparate de Portela Seijo en el número 48 del Hórreo fue durante bastante tiempo sala de televisión de muchos compostelanos.
El escaparate de Portela Seijo en el número 48 del Hórreo fue durante bastante tiempo sala de televisión de muchos compostelanos. ALEXxANDER< / span>

El 1 de septiembre del 61, RTVE empezó a emitir desde el Pedroso

06 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El 1 de septiembre de 1961 fue un día inolvidable. Sí, estaba Franco en Galicia, pero eso no era ninguna novedad. Lo que de verdad importaba era por qué su excelencia y su señora volaron hasta la ciudad y se pasaron aquí toda la semana: para inaugurar el primer centro emisor de Radio Televisión Española en Galicia, el del Monte Pedroso. También tuvieron tiempo para cortar la cinta de una exposición sobre el Románico, para asistir a una corrida benéfica en A Coruña -toreaba Antonio Bienvenida- y para bendecir con su divina presencia los catorce arcos del viaducto sobre el río Sar. Pero esas historias las dejamos para otros vintages.

La Vespa del tiempo se va directamente a las 14.30 horas del mediodía de aquel viernes de acontecimientos. Sin entrar en detalles sobre la mecánica del viaje, ampliamente explicado en ediciones anteriores, tenemos que llegar al 48 de la rúa do Hórreo. No hay grandes problemas para aparcar la moto en el Hórreo en 1961.

El revuelo es absoluto. Frente al escaparate de la tienda que regenta Juan Portela Seijo, una muchedumbre se apelotona para ver algo que, muchos, jamás han visto: la tele. Es cierto que desde el 58 había emisiones en pruebas, pero reservadas, si acaso, a un público muy exclusivo. Hoy, 1 de septiembre de 1961, la tele ha llegado para quedarse.

Tres años tarde

Con tres años de retraso sobre lo previsto (en 1957 se anunció a bombo y platillo que Galicia vería las emisiones de RTVE en el verano de 1958), de repente se ve lluvia en la pantalla de veintitrés pulgadas de un televisor Zenith importado desde los mismísimos Estados Unidos; igualito al que tiene el presidente Kennedy en el despacho oval.

-¡Maravilloso!

-¡Mágico!

-¡Franco, Franco, arriba España!

-¡Ave María Purísima!

Cada uno exclama como le parece ante la aparición. El tubo de rayos catódicos («¿Rayos católicos?», pregunta una beata con mantilla) de la Zenith empieza entonces a escupir sus primeras imágenes a discreción. En las horas siguientes se sucederán por la pantalla los espacios Panorama, Cada semana una historia, el Telediario de las tres -que dura media hora-, El Séptimo Arte o Por tierras de España. La programación, que arrancó a las 14.32, se corta a las 16.05 y no regresa hasta las 19.30, con Escuela TVE. La gente se lamenta. Pero los del turno de tarde regresarán al escaparate de Portela, sobre todo para ver, a las 21.45, un capítulo de la serie Danger man, protagonizada por Patrick McGoohan. Acaba de nacer en la ciudad el televidente nocturno, un corredor de fondo que tiene por delante millones de noches en vela.

Hipnotizados

Es curioso ver de qué manera, en los periódicos de los meses siguientes, la llegada de la tele dará pie a notas como esta, publicada en El Pueblo Gallego el 12 de octubre del 61: «En este mes y medio que llevamos recibiendo los programas, se ha notado la influencia de este moderno medio emisor de noticias. Las antenas empiezan a descubrir a las familias de posibles de la ciudad y los bares permanecen abarrotados a las horas de programa. Ha sido la fiebre del momento. Una fiebre que ya ha decaído, en parte, aunque todavía podamos encontrar personas embobadas viendo las imágenes, como hipnotizadas, por los modernos adelantos de la técnica». Si nos vieran ahora...

Desde el Hotel Compostela

Juan Portela Seijo está contentísimo con la expectación. Se arrima y me cuenta que, antes del 61, uno de los pocos lugares donde se podía ver televisión, aunque no los programas de TVE, era el Hotel Compostela. Desde 1958, la antena instalada en el Pedroso permitía seguir las emisiones, en pruebas y con interrupciones, de la Rádio e Televisão de Portugal (RTP) y de la novedosa Televisión de Castilla. «Esto ya es otra división, amigo», me espeta nervioso.

Junto con Portela Seijo, otra figura principal en la llegada de la televisión a Santiago de Compostela y a Galicia es Ricardo Bescansa, el farmacéutico que quiso ser ingeniero aeronáutico pero que, en un viaje a Lisboa realizado en 1955, descubrió la televisión. Quedó tan impactado que, tres años después, acabaría fundando con Amador Beiras una firma que que conocen bien en el mundo entero: Televés.

nacho.miras@lavoz.es