Las tres caras de Rosario Porto

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

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La madre de Asunta se rio en el registro de su casa de Teo, lloró en el de su piso del Ensanche y ofreció una imagen infrecuente al ser fotografiada declarando en el juzgado

29 sep 2013 . Actualizado a las 14:18 h.

La delicada salud psicológica de Rosario Porto no era ajena a los que vivían a su alrededor. Aquellos que la conocen la definen como una mujer inestable, con una cara encantadora y educada y otra menos dulce que surgía cuando surgían sus cada vez más frecuentes episodios de estrés y ansiedad. «En esos momentos era capaz de montar una bronca monumental por haberte olvidado una luz encendida», cuenta una allegada. Ese estado se agravó el pasado verano, cuando tras sufrir desmayos y desvanecimientos tuvo que ser hospitalizada y permaneció ingresada en un centro médico.

Para combatir su depresión y ansiedad tomaba una benzodiazepina, un medicamento ansiolítico que tiene también efectos sedantes y que es el mismo compuesto que se le administró a Asunta.

Esa personalidad cambiante, inestable y con constantes altibajos quedó patente esta semana. El lunes, cuando el juez Vázquez Taín le entregó el cuerpo sin vida de su hija para que pudieran velarlo, a no pocos les sorprendió que Rosario Porto no estuviese absolutamente deshecha tras el supuesto rapto y asesinato de Asunta. Un hecho tan terrible debería haberla trastocado más, pero aquel día incluso rio con los amigos.

El martes era detenida tras la incineración de su hija y no pudo asistir al funeral. Pese a lo terrible del golpe, que habría derribado a cualquiera, ella se mostraba tranquila al día siguiente durante el registro a su casa de Teo, el lugar donde los investigadores sitúan el crimen.

Aquel día vestía abrigo de pieles y se mostraba tan relajada que fue vista fumando tan tranquila en el porche de la casa y riendo a carcajadas. Una actitud extraña para alguien que acaba de perder a su hija y a la que un juez señala como la coautora, junto al padre, del crimen.

Al día siguiente, Charo Porto mostró una cara muy distinta. Ya no lucía pieles, sino unas simples mallas negras y una camiseta, y en su cara la sonrisa se había tornado en un rictus de angustia jalonado de lágrimas que exhibió en los pocos metros que caminó a saltos en el registro de su piso. La otrora glamurosa abogada, cónsul honoraria de Francia, corría ahora mientras lloraba con los ojos hinchados y cerrados.

La tercera cara de Rosario Porto fue una combinación de ambos estados emocionales. El viernes, cuando fue interrogada rio y lloró consecutivamente. Por momentos estaba entera y de repente se descomponía. Acudió con un semblante más serio, que se tornó en sorpresa cuando descubrió que decenas de fotógrafos y cámaras estaban tomando la que ya se ha convertido en una imagen inédita en la historia judicial española: ella declarando. La instantánea fue fruto de la casualidad. Una chica advirtió a los periodistas de que por la parte trasera del edificio de los juzgados se veía a la madre de Asunta. El magistrado terminó con la exclusiva al correr las cortinillas.

En verano sufrió desvanecimientos debido al estrés y la ansiedad y fue hospitalizada