Couchsurfing o las infinitas razones para surfear en un sofá

cristina m. carou SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

BEA OTERO

Santiago se suma a la original alternativa de los alojamientos gratis

14 ago 2013 . Actualizado a las 15:30 h.

reportaje formas de viajar

«Estoy enganchada al couchsurfing, me han tratado tan bien que ya no podría dejar de viajar así»

Sandra Candal

«Utilizas más el couchsurfing para quedar con gente cuando viajas que para alojarte»

Breixo Giraldo

«Te conviertes en guía en tu propia ciudad, por lo que aprendes muchas cosas de la misma»

Néstor Rodríguez

Los más puestos en inglés ya habrán deducido que el couchsurfing tiene que ver con surfear sofás. No están desencaminados. El couchsurfing es viajar de sofá en sofá (o de cama en cama), mientras recorres los lugares a los que siempre has querido ir. Es una comunidad en la que los usuarios se acogen entre sí para tener siempre alojamiento gratis.

Pero esta explicación solo araña la superficie. Para conocer a fondo el couchsurfing lo mejor es preguntarle a los que lo practican. En Santiago, se reúnen con frecuencia un grupo de surfers para hablar de su afición común: los viajes. Se trata de Sandra Candal, Breixo Giraldo, Néstor Rodríguez y Miguel García. Estos cuatro treintañeros están metidos de lleno en el couchsurfing, aunque los hay que son todo unos veteranos, como Miguel, que lleva 4 años viajando como surfer; y también novatos, como Néstor, que tan solo lleva dos meses pero ya está alojando gente. En concreto, esta semana a dos jóvenes italianas que aseguran que las ha tratado «con mucha hospitalidad».

Todos coinciden en que el couchsurfing es una experiencia única. «É unha forma distinta de viaxar, méteste na cultura de cheo», dice Breixo. Y es que no solo se trata de alojamiento gratis, sino que se conoce gente, se practican idiomas, y se aprende del lugar visitado de mano de sus propios habitantes. «Lo mejor es que te llevan a lugares que no salen en las guías», señala Breixo. Por no hablar de la gastronomía. Como bien dice Miguel, «tienes que decirle a los anfitriones que quieres probar los platos típicos. Terminan haciéndote cenas de puta madre».

Claro que no todo es perfecto. Los comienzos como surfer son difíciles. «Cuando no tienes referencias es un poco complicado que te acepten. El primero que me alojó fue un chico de Bilbao que yo creo que le di un poco de pena», cuenta Sandra, entre risas. «Además tienes que fijarte mucho con quién te alojas y a quién acoges, porque lo cierto es que hay de todo y yo, que viajo y vivo sola, siempre tengo mucho cuidado», añade. «Sí, es que hay gente que hasta te ofrece compartir cama», dice Néstor. «Luego a veces pasan cosas raras. Una chica que se quedó en mi casa me contó que viajando por Ámsterdam se había quedado tirada y a última hora un chico le ofreció alojamiento, pero diciéndole que él andaba por ahí desnudo. Entonces la chica se fue a un hostal», recuerda Breixo produciendo carcajadas generalizadas.

Pero lo realmente importante en esta comunidad son los lazos que se forjan con la gente. «Se crea un vínculo con tus anfitriones, porque aunque no estén todo el rato contigo, siempre tienes alguien a quién acudir, lo que te da mucha seguridad», cuenta Sandra.

De esta forma couchsurfing, aunque bastante desconocido en España, se extiende como una plaga de locos por los viajes, por la cultura y por la amistad.